martes, 2 de noviembre de 2010

En Palestina tres millones viven una injusticia fundamental

Buenos Aires, 2 Nov. 10 (AICA)


Con motivo de la visita que está realizando a la Argentina el Patriarca de Jerusalen de los Latinos, Su Beatitud Fouad Twal, AICA lo entrevistó para conocer su pensamiento acerca de los problemas que afectan al Medio Oriente, especialmente a los cristianos que viven en Tierra Santa.

AICA: El Patriarca Latino de Jerusalén es el obispo de los cristianos de rito latino en uno de los lugares más emblemáticos no ya de la cristiandad sino de tres grandes religiones. De otra parte, se trata de una de las comunidades eclesiales más antiguas que ha sido protagonista de una historia de grandes sufrimientos. ¿Qué puede decirnos de la situación actual de sus fieles? ¿A qué obedece el flujo migratorio que se viene operando en los últimos años?


PATRIARCA: La Iglesia de Jerusalén, no solamente es una de las comunidades eclesiales más antiguas, sino que es la Iglesia Primera. La Primogénita del Señor, nacida de Sus manos divinas la noche del Jueves Santo en el Cenáculo de la Ciudad Santa, de Su costado abierto sobre el Calvario y de la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Ella es la Iglesia Madre, de la cual nacen las otras Iglesias del mundo. Desde allí se comenzó la evangelización: "¡Id por todo el mundo!" (Mc 16, 15) y comenzando por Jerusalén, en su Nombre se predicó la conversión para el perdón de los pecados (cf. Lc 24, 47).
Los fieles cristianos de Tierra Santa viven las vicisitudes de todos los demás hijos de esa Tierra, sean judíos, musulmanes o drusos. Es verdad que el hecho de ser una minoría absoluta hace del todo particular su vida. Algunas veces, y por ignorancia, son considerados extraños para sus mismos connacionales, cuando no traidores. Esto se debe, en gran parte, a que debido a los acontecimientos de los últimos decenios, los cristianos locales han sido identificados con el occidente cristiano. En occidente muchas veces identifican a todos los árabes con los musulmanes. Es parte de la Cruz que nos toca llevar a cuestas.
El flujo migratorio se debe a distintos factores.
Como decíamos el hecho de ser una minoría absoluta entre dos mayorías que no se llevan siempre bien crea en el corazón de muchos cristianos el sentimiento que 'hemos perdido' nuestro lugar aquí. Cuando en realidad ese lugar les pertenece. Pensemos que los cristianos, venidos del antiguo judaísmo y del paganismo ancestral, son de los habitantes más antiguos de la Tierra Santa.
Otros se van movidos por la necesidad de buscar un horizonte mejor de prosperidad social y económica. En este sentido, Occidente, es un gran centro de atracción para la población joven cristiana. En él ven como el lugar en donde se puede vivir en libertad, justicia y paz, cosas que no viven habitualmente en sus lugares de origen.

AICA: En un territorio multinacional y multicultural tan peculiar donde se entrecruzan historias y tradiciones de esas grandes religiones, y en el que frecuentemente se suscitan situaciones e hipótesis de conflicto, ¿cómo brindar un testimonio de diálogo y de amor sin que se desmerezcan legítimos derechos civiles de las minorías?
PATRIARCA: La verdad es el mejor testimonio de diálogo y de amor. La verdad nunca es ni puede ser ofensiva, aunque a veces no guste. No es fácil por ejemplo decir a las facciones más integristas: "¡Abandonad la armas, el recurso a la violencia no es el medio para vuestra liberación!". Pero tampoco es fácil decir a las facciones políticas, responsables principales de un conflicto que dura más de medio siglo, "¡Liberad al pueblo que vive como extranjero en su propia tierra!" Nosotros deseamos, queremos y buscamos la justicia y la paz para Israel y Palestina. Y creo que es el deseo de la gran parte de la población palestina e israelí, musulmanes, judíos y cristianos. No puede haber paz para un pueblo sin el otro.
El diálogo interreligioso no es negación ni de las convicciones, ni de las situaciones religiosas y sociales en las cuales se vive. En Medio Oriente, y en Tierra Santa particularmente, la riqueza de las tradiciones culturales de cada uno manifestada con toda claridad, franqueza y respeto no es signo de división.
La división es causada cuando posiciones fundamentalistas de diversas partes toman el poder y deciden sobre la vida y el futuro de todo un pueblo. Por eso es que no hay que dejar la última palabra a las facciones fundamentalistas porque no hay conflicto solamente entre palestinos e israelíes sino entre los que aman la paz y aquellos que la odian.
La minoría principal a la que Ud alude, es en este momento el pueblo palestino. Ellos son en su mayoría musulmanes. No por ello dejan de tener derechos naturales que amparan su permanencia como nación en la Tierra Santa. Los palestinos, musulmanes y cristianos, en los territorios ocupados y en Gaza son unos 3.000.000 de personas que viven una situación de injusticia fundamental. No poseen un Estado independiente.
Al mismo tiempo, las injusticias recibidas contra la sociedad civil israelí, la falta de seguridad, no puede ser un elemento de presión válido para forzar a su Gobierno a aceptar la libertad de autodeterminación del pueblo palestino y, sobre todo, la constitución de una nación libre y soberana. De una Nación que deberá existir junto a Israel, compañera de Israel, hermana de Israel. No es imposible que haya dos naciones: Palestina e Israelí, conviviendo juntas en el mismo territorio y no una bajo la otra. Tierra santa es bastante grande como para amparar a ambos pueblos.
En este sentido la importancia de los líderes religiosos es vital, ya que ellos –nosotros- pueden y deben 'bajar los decibeles' de las discusiones políticas y formar a sus seguidores a fin de que todos amen la justicia y trabajen por conseguirla.
Cristo es nuestra Paz. Y lo es porque principalmente en Él se cumple la Justicia de Dios y la justicia humana perfectas. Como cristianos podemos sembrar paz porque aunque nuestro discurso cueste, es a favor de la justicia. En este caso de la justicia hacia los dos pueblos que habitan Tierra Santa.

AICA: ¿Cuáles son las principales restricciones a la libertad religiosa que se producen en este mismo momento en Medio Oriente?
PATRIARCA: Habría que recurrir a informes mundiales sobre el tema.
Pongo un par de ejemplos.
En Tierra Santa, quizá la cosa más llamativa es la imposibilidad de muchos árabes musulmanes y árabes cristianos de poder ir libremente, sin restricciones, a visitar los lugares santos. Las barreras militares impiden dichos desplazamientos. Es verdad que algunas autoridades civiles se van comprometiendo a conceder permisos, pero no siempre los mismos se conceden con la necesidad y celeridad exigidas.
Otra, es la realidad vivida por algunos grupos de cristianos en zonas en donde el conflicto armado se ha polarizado en manera tal que el movimiento fundamentalista identifica a todo el que no es de su religión como enemigo. En este caso es patética la realidad de muchos cristianos de Irak, que huyen, emigran y pasan a la clandestinidad sin que el estado pueda, hasta el momento, proteger los derechos de sus ciudadanos sin importar a qué religión pertenezcan.

AICA: ¿Cuál es el estado actual de las negociaciones por el estatuto jurídico de Jerusalén? ¿Cuál es la posición de la Santa Sede respecto de este punto?
PATRIARCA: Las negociaciones están estancadas. Desgraciadamente. Las Naciones Unidas tienen varias declaraciones y decisiones pero muchas de ellas quedan incumplidas.
La posición de la Santa Sede es clara: Jerusalén es una ciudad especial y por lo tanto su status no puede ser como el de cualquier ciudad del mundo. Ella es punto de encuentro, centro espiritual y meta de peregrinación de judíos, cristianos y musulmanes. De este modo ¡es el centro espiritual de, aproximadamente, la mitad de la población mundial! Por ello mismo no podría ser librada su suerte a la autoridad de una sola nación, o, menos aún, de la autoridad política de turno.
La comunidad internacional debe asegurar la libertad de cada ciudadano del mundo que quiera acercarse a ella y, sobre todo, velar por la justicia y la libertad de todos los habitantes de dicha ciudad santa.
No se puede cargar a una sociedad nacional particular con una misión que excede las fuerzas y los fueros propios. La Sociedad de las Naciones debería velar de manera más efectiva sobre los lugares santos de las tres religiones monoteístas. La Santa Sede siempre ha bregado para que judíos, cristianos y musulmanes de cualquier nacionalidad, grupo étnico y raza a las que pertenezcan puedan gozar de la Ciudad Santa en paz, justicia y caridad.
He de reconocer que vuestro país es un modelo muy realístico para la situación que nos toca vivir en Tierra Santa en cuanto a la resolución de los conflictos entre naciones. La paz que habéis logrado entre vuestro país, la República Argentina y la República hermana del Chile espero que sean un ejemplo para Palestina e Israel y que en un futuro, no muy lejano, podamos llegar a la tan ansiada paz. Teniendo dos Estados independientes, soberanos y amigos.

AICA: Usted es canonista. El derecho -incluso en la Iglesia- ha sido a veces mirado como un elemento centrado en una justicia poco conciliable con la virtud central del mensaje cristiano: la caridad. ¿Es el derecho canónico algo inadecuado a la comunidad de amor de los bautizados?
PATRIARCA: Salus animarum, lex suprema (CIC c.1752). "La salvación de las almas, es la ley suprema" de la Iglesia. Así, de manera tan concisa, clara y hermosa el Código de Derecho Canónico concluye poniendo como broche de oro la indicación del fin principal de su legislación.
Hay que evitar siempre las dialécticas destructivas. Hay que respetar la naturaleza de las cosas. Y la naturaleza de la vida espiritual es que: quien la acepta, debe aceptar todo lo que ella incluye. Lo dijo la misma Bondad Encarnada: "Quien Me ama, cumple mis mandamientos" (Jn 14, 21) y "El que crea y se bautice se salvará" (Mc 16, 16).
Gracia y Ley, Sacramentos y Código de Derecho Canónico, Evangelización y Diálogo Interreligioso, Carisma e Iglesia Jerárquica, Iglesia Local e Iglesia Universal, Papado y Conferencias Episcopales, etc. etc. son realidades todas que se armonizan, porque son elementos complementarios y por lo tanto no contradictorios del Misterio de Cristo.
Por tanto quien ama verdaderamente a las almas encuentra, debe encontrar, en el Código de leyes de la Santa Madre Iglesia un instrumento validísimo para llegar a las ovejas que tanto ama, especialmente a las que más necesitan del Amor del Padre manifestado en Jesucristo, Único Salvador del mundo.

AICA: Usted es un gran conocedor de las iglesias africanas y orientales. A la luz de las tendencias actuales ¿piensa que en el futuro el camino de la globalización va a llevar a una mayor influencia de estas comunidades religiosas en la Iglesia?
PATRIARCA: Las Iglesias de África son en muchos casos Iglesias bien antiguas, en otros, Iglesias jóvenes con un empuje tal que no cesan de crecer. Miles de convertidos por año, miles de bautismos. Nuevos pueblos cristianos. Ciertamente que ellos son una veta, una reserva espiritual para la Iglesia del Tercer Milenio. Ante un Occidente que no solamente está tentado, sino que por lo visto está en la vida práctica y en sus principios, claudicando en la fe, las Iglesias jóvenes mantienen la llama de la esperanza viva. Recuerdan con su presencia las palabras de Cristo: "¡No temáis pequeño rebaño!" (Lc 12, 32) "Yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo" (Mt 28, 19).
La Iglesia de Oriente se remonta al tiempo apostólico. Y en muchos casos, a la predicación del Señor Jesús. Es una Iglesia tan rica de experiencia que puede enriquecer a muchos. Es una Iglesia, que ha pasado persecuciones y triunfos, que ha sabido sobrevivir en las circunstancias más difíciles y ha aprendido a hacer el bien a todos. Incluso a aquellos que no la han comprendido, estimado y/o respetado. Oriente, con su pequeño número de cristianos actuales, también es un tesoro para el tiempo actual.
La Iglesia de Oriente no teme en presentarse tal cual es. Vive en sociedades de mayoría distintas a ella. Pero sabe que ninguna cultura y ningún hombre y mujer le son extraños. Ama a todos y a todos trata de testimoniar su misión universal de ser sacramento de Salvación para todas las almas.
En esto, también puede ser un ejemplo validísimo para Occidente: porque la Iglesia de Oriente se manifiesta tal cual es, en la calle, en la Universidad, en el Parlamento. Quien es cristiano en Oriente, habitualmente, no vive dividido. Esto es un ejemplo para todo cristiano en cualquier parte del mundo.

AICA: Hace pocos días terminó el Sínodo para los obispos de Medio Oriente en el que usted participó. ¿Qué nos puede comentar al respecto?
PATRIARCA: Debemos agradecer al Santo Padre la convocatoria al Sínodo, después de visita a Tierra Santa. El Sínodo ha sido una fuerte experiencia de “Comunión”, que era uno de los leitmotiv del Sínodo. Vivimos dos semanas de comunión obispos católicos de distintos ritos provenientes de Medio oriente, participaron obispos y cardinales presidentes de diferentes conferencias episcopales provenientes de América, Europa, Asia. Escuchamos también la experiencia de los obispos que trabajan con cristianos de origen medioriental que viven en la diáspora y mantienen el nexo con sus orígenes. En este sentido son importantes las comunidades cristianas de origen árabe existentes en América Latina.
Estuvimos en contacto con centenares de periodistas de todos el mundo, lo cual ha sido una ocasión para que se conozca mejor y se tome conciencia de la existencia de los cristianos de Medio Oriente, de nuestra vida, de nuestras dificultades y alegrías, así como de nuestros sinceros deseos de paz y justicia.

AICA: ¿Cuáles son los motivos de este viaje pastoral al sur de Latinoamérica, una tierra en la cual conviven comunidades judías, cristianas y musulmanas en plena armonía?
PATRIARCA: El motivo principal ha sido una invitación formal del Gobierno de Chile, ya que en dicho país se encuentra una de las comunidades mundiales más numerosas de palestinos y muy bien integradas que a menudo vienen a visitarnos a Tierra Santa. Especialmente provenientes de las ciudades de Beit Jala y Belén.
En ocasión de dicho viaje, he querido pasar por la amada Argentina por distintos motivos: para enriquecerme con el conocimiento de un país en su gran mayoría católica y en el cual, como Ud decía conviven pacíficamente judíos, cristianos y musulmanes.
Quiero también peregrinar a los pies de la Virgen de Luján, en uno de sus principales Santuarios de América del Sur, para poner a Sus pies las intenciones de Justicia y Paz para Medio Oriente y para Israel y Palestina. También quiero agradecerle a la Madre de Dios la presencia de un bellísimo grupo de misioneros y misioneras argentinos de distintas Congregaciones que con gran sacrificio, sencillez, amor a las culturas locales y alegría honran a la Tierra del Señor con su presencia generosa.
Misioneros franciscanos, desde tiempo inmemorial, en toda la extensión del territorio patriarcal con múltiples obras de misericordia y protección de los Lugares Santos; hermanas de Nuestra Señora del Huerto con su santuario en el Jardín Cerrado de Salomón cerquita de Belén; padres y religiosas de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado con su presencia apostólica y de Caridad en Gaza, Tel Aviv, Belén, Nazaret, Jordania y Chipre, por nombrar algunos nomás, son un don del pueblo argentino para los habitantes de la Tierra del Señor. Era mi deber agradecer a la Iglesia argentina y a la sociedad nacional que numerosos hijos e hijas de este hermoso país consagren sus vidas para el bien de la Iglesia Madre de Jerusalén y de los pueblos que habitan la Tierra Santa, sirviendo a todos sin distinción de raza, cultura y religión.
A la Virgencita de Luján, corazón del pueblo argentino, le quiero agradecer este preciado don de misioneros y pedirle por la Paz en Su Tierra natal. Que se acuerde siempre de aquellos Lugares santificados por la presencia de Su Divino Hijo.+ (Roberto Bosca)

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