lunes, 7 de febrero de 2011

Francia cierra la puerta a los matrimonios homosexuales una semana después de rechazar la eutanasia.


El país de la Ilustración y la Revolución Francesa contrasta con España, que constituye una anomalía en el contexto europeo y mundial.
por Benigno Blanco

Francia, el país de la Ilustración y la Revolución Francesa, ha tumbado la propuesta de legalizar la eutanasia. No es un hecho novedoso, prácticamente cada año algún senador propone su legalización y nunca sale adelante.

Tras un largo debate que acabó la madrugada del 26 de enero, el senado francés rechazó una proposición de ley que pretendía regular la eutanasia por 170 votos en contra y 142. La penúltima intentona de instaurar la eutanasia en Francia naufragó en 2009 en la Asamblea Nacional.

Francia es el único país declarado laicista (no laico, como la mayoría de países miembro de la Unión Europea) y mantiene serias restricciones para la práctica pública de la religión. Aunque la norma, que data de 1905, ha pasado a segundo término, formalmente sigue activa.

A pesar de ello, recientemente el Consejo Constitucional (el órgano correlativo en Francia al Tribunal Constitucional español) se ha manifestado contrario a autorizar el matrimonio homosexual. El Consejo debía decir si avalaba o no el veto a las bodas entre personas del mismo sexo y ha optado por aceptarlo.

En la actualidad, el Estado francés regula estas parejas a través de lo que se denomina el Pacto Civil de Solidaridad aprobado en 1999. Consiste en una unión administrativa para parejas del hecho prescindiendo del sexo. Se trata, pues, de una pareja paramatrimonial que asume un acuerdo administrativo.

Francia sigue negando que pueda instaurarse el matrimonio homosexual, una posición que en la actualidad mantiene un gobierno de derechas, pero que cuando ha sido el caso también lo han mantenido gobiernos socialistas de izquierdas.

En este sentido, fue famoso el artículo de Lionel Robert Jospin, primer ministro de Francia entre 1997 y 2002, en el que explicaba las razones por las que se oponía a legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Jospin explicaba que dos cosas diferentes no se podían tratar de la misma forma, y que el matrimonio entre heterosexuales y las parejas homosexuales eran evidentemente diferentes. Jospin encontraba profundas diferencias entre el matrimonio entre un hombre y una mujer, y no concebía que se pudiera ofrecer los mismos derechos a la unión entre dos hombres o dos mujeres ya que si se trataban de cosas diferentes otorgarles el mismo estatus era provocar una injusticia. Los argumentos esgrimidos en la actualidad por el Consejo Constitucional son muy parecidos a los sostenidos entonces por Jospin.

España: una anomalía en Europa y el mundo

El mismo año que se modificó la Ley del Divorcio en España (en julio del 2005) coincidió con la norma que en Francia regulaba las rupturas matrimoniales. Francia optó por una ley en sintonía con todas las leyes de divorcio de Europa, que piden la presentación de motivos para justificar la ruptura, la española no lo exige.

El papel de la Ley española al respecto representa una anomalía. Es lógico que si se pretende romper un contrato se deban aportar los motivos para ello, ya que de otra manera (y es así como sucede en España), el contrato se puede romper unilateralmente evidenciando que el contrato no tenía ningún tipo de valor real.

España es uno de los pocos países que aprueban el matrimonio homosexual y, además, que contempla la adopción por parejas de personas del mismo sexo. Solamente España, Holanda, Canadá y Sudáfrica contemplan esta posibilidad. Bélgica y Portugal casan homosexuales pero no les autorizan a adoptar.

Lo que ocurre en España y, en comparación con Francia, uno de los países que representa la salvaguarda de la libertad y la igualdad, es anormal, una anomalía fuera del contexto europeo y mundial.

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