domingo, 24 de julio de 2011

Después de la Capital y antes de Santa Fe


Por Vicente Massot
La presidente hubiese podido, sin bajarse de sus convicciones ideológicas más acendradas ni ceder, ante la derrota de Filmus, un ápice en el cumplimiento de su programa de gobierno, llamarlo por teléfono al ganador de las elecciones porteñas para invitarlo a conversar sobre aquellos temas que les son comunes.

Hizo, sin embargo, lo contrario de cuanto prescriben las reglas no escritas de cualquier sistema republicano. Ordenó a sus subordinados desconocer la derrota del candidato del Frente para la Victoria -como si fuese tan fácil hacerlo sin quedar en ridículo- y aprovechó la inauguración, en la localidad de Vicente López, de Tecnópolis a fin de ensayar a expensas de Mauricio Macri una serie de críticas despiadadas.
Pero la arrogancia llegó a sus topes con la publicación, en el matutino Página 12, de la nota firmada por Fito Páez. Si la misma hubiera sido transmitida por alguna de las redes sociales conocidas o el rockero la hubiera subido a su blog, cabría pensar en un sincericidio del músico.
Que el vehículo resultase el diario que hace las veces de house organ de la administración kirchnerista, cambia las cosas. Es difícil imaginar que el secretario de redacción del citado periódico o el encargado de la sección correspondiente, pudieran editar -sin consultarlo antes- tamaño exabrupto.
Cualquiera que sepa la relación de obediencia estricta que existe de parte de Página 12 respecto de la Casa Rosada concluirá lo mismo que nosotros: no hubo improvisación.
Sobre todo porque Fito Páez no se embarcó en tamaño desatino solo. Con él apretaron filas desde Aníbal Fernández hasta Ricardo Forster.
Cuando comprendieron que el tiro les había salido por la culata, trataron de desandar el curso recorrido hasta ese momento. Claro que ya era tarde. La indignación de la mayoría de los porteños no podía apaciguarse, ni mucho menos, con la tibia autocrítica de Daniel Filmus y Carlos Tomada.
Por eso hay que creer en las primeras encuestas -telefónicas, eso sí- que marcan una intención de voto para la segunda vuelta de 65 % a favor de Macri. El restante 35 % que arañaría su contrincante ni siquiera le serviría al comando de campaña de Cristina Fernández para sostener la teoría -ya echada a correr por las usinas oficiales- de que Filmus cosechará 40 % de los sufragios el 31 de julio, con lo cual habrá hecho una excelente elección.
En su autismo, como se aprecia, todo argumento le viene bien al kirchnerismo. El problema es que de resultas de la derrota electoral del domingo 10, se ha agrietado algo la confianza -sostenida a rajatabla por los encuestadores, publicistas, propagandistas, escuderos, funcionarios y periodistas afines al poder- de que octubre será un trámite, nada más.
Es conveniente tener en cuenta que los habitantes de la Capital Federal son los que más subsidios reciben y, sin embargo, al momento de elegir en el cuarto oscuro parecen no haber tenido presente las dádivas de Julio De Vido en punto a las tarifas de servicios públicos, precios del transporte de pasajeros y otras delicias del modelo.
Nadie debería ignorar que el PRO ganó de punta a punta: en Mataderos y Barrio Parque, en Villa Soldati y en Barrio Norte, en la Boca y en Palermo. ¿Sucederá otro tanto el 24 en Santa Fe, una semana después en la ciudad de Buenos Aires y el 7 de agosto en Córdoba? Todo parece indicar que sí.
No obstante hay que andarse con cuidado a la hora de trazar comparaciones y proyectar cifras. La candidata de la Unión Cívica Radical, Silvana Giudici, obtuvo apenas 2,06 % de los votos, mientras el candidato de Eduardo Duhalde, Jorge Todesca, no llegó siquiera a 1 %.
¿Significa esto que la base de Ricardo Alfonsín y la del ex–gobernador bonaerense para las internas abiertas del 14 de agosto son así de insignificantes? En absoluto. Los comicios legislativos, municipales y provinciales no son un parámetro válido a fin de analizar la intención de voto presidencial.
Cualquiera que conozca el abc de la política argentina fácilmente puede darse cuenta de que en la Capital Federal -al menos- Cristina Fernández, Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde obtendrán mucho más sufragios que sus candidatos a Jefe de Gobierno de la ciudad. Lo mismo vale, claro está, para Elisa Carrió. Cuántos más es la pregunta del millón que comenzará a develarse a mediados de agosto.
Si de puertas para afuera el kirchnerismo ha demostrado una soberbia contraproducente, no han faltado en sus filas quienes, de puertas para adentro, han levantado una ola de reproches contra Carlos Zannini, responsable, según entienden, de buena parte del fracaso del FPV.
La discusión que se ha entablado en el gabinete nacional y en el círculo íntimo de la presidente versa sobre dos temas, a saber: si conviene que Filmus ofrezca pelea aun cuando carezca de toda chance de ganar y si conviene que la presidente se suba al barco comandado en Santa Fe por Agustín Rossi, ahora que hasta el siempre timorato Carlos Reutemann se le ha animado al oficialismo, como lo hizo en las elecciones legislativas del año 2009.
Derrotado sin remedio, Filmus deambula sin saber bien qué hacer. Ha perdido la brújula, no controla a su tropa, nadie le consulta antes de actuar y sabe, a ciencia cierta, que Cristina Fernández no será parte de la campaña de cara a la segunda vuelta. Si tenía dudas, seguramente éstas quedaron disipadas el miércoles pasado, en Vicente López.
Oculto en el palco oficial, hubo que buscarlo con lupa en una tercera fila para encontrarlo. En su nuevo papel de convidado de piedra, tuvo que asimilar este nuevo desaire y entender que está solo y a punto de ser responsabilizado por el revés electoral del 31.
Quienes lo conocen dicen que, si pudiese, se bajaría del ballotage. Pero carece de esa potestad, monopolio de una mujer que -de momento- no quiere oír hablar del tema. Algo de todo esto debe haber llegado a oídos de Agustín Rossi o alguien le hizo el pedido desde Buenos Aires. Lo cierto es que, a comienzos de la semana pasada, se adelantó a decir que si perdía la elección santafecina el responsable seria él, nadie más.
El dilema de la presidente no es menor y, cualquiera que sea el camino escogido, nada cambiará en términos del resultado. Tiene delante suyo una apuesta que hacer, no con el propósito de torcer la voluntad de la gente y obtener un triunfo imposible a esta altura, sino con el cometido de salvar de la mejor manera posible su imagen.
¿Le conviene quedarse callada o es preferible meterse de lleno en las campañas de la capital y el litoral? Hasta hoy la estrategia se compadece mejor con la primera que con la segunda alternativa. A Santa Fe viajará una sola vez y a Filmus lo apoyará tibiamente, tanto como para salvar las formas. Eso si a ultimo momento no decide ordenarle que se retire del campo de batalla.
Como en la Casa Rosada dan por descontado que las posibilidades de cantar victoria en los tres distritos mencionados es remota, la prioridad de ahora en más será la provincia de Buenos Aires.
En este orden, con la misma naturalidad que antes del triunfo macrista desconfiaban e inclusive ignoraban, con aire sobrador, la encuesta de Poliarquía acerca de la intención de voto de la capital, después de comprobar que fue la que mejor hizo los deberes en ese distrito, creen con unción religiosa en el relevamiento que realizó en la provincia de Buenos Aires días antes del domingo 10.
No es para menos que el kirchnerismo se entusiasme con esos números si Daniel Scioli orilla 53 %, y lejos del gobernador, con solo 23 %, aparece segundo Francisco De Narváez. Pasar el umbral de la mitad más uno y sacarle tamaña distancia a su inmediato perseguidor -el mismo que lo venció en junio del año 2009- supone que Cristina Fernández, de realizarse las elecciones hoy, ganaría en la primera vuelta.
¿Se puede confiar en las encuestas? Según cuáles sean. Pero qué sentido tendría discutirlo si con esperar menos de un mes tendremos los datos de la mayor y más fidedigna encuesta que se haya realizado nunca entre nosotros. El 14 de agosto no habrá internas abiertas.
Cualquiera que haya sido la intención de Néstor Kirchner en tiempos ya idos, la situación es ahora tan distinta a cuando decidió el santacruceño modificar la ley electoral, que resulta menester barajar y dar de nuevo. Lo que se substanciará ese día es una elección anticipada que tendrá el valor de trasparentar, mejor que cualquier relevamiento, cuál es la verdadera envergadura de los candidatos presidenciales en la Argentina.
Cristina Fernández depende, en gran medida, de la capacidad que demuestre Daniel Scioli de traccionar votos en su favor. El ex–motonauta, servil como de costumbre, viene cumpliendo el rol que le fue asignado con celo de colegial aventajado. A diferencia de los Filmus, Rossi, Cabandié, Boudou, Tomada y tantos otros mascarones de proa con ínfulas y sin votos, al pobre Scioli -siempre humillado y, sin embargo, siempre presuroso al momento de servir a su jefa- le sobran estos últimos.
Hoy la estrategia kirchnerista descansa sobre las espaldas del único de sus candidatos importantes que de kirchnerista no tiene nada.
El arco opositor, por su lado, depende de la gran encuesta del 14 de agosto. La unión -con la cual soñaba Duhalde- parece, a esta altura, muerta. Ninguno de los presidenciables aceptó el convite adelantado por el bonaerense.
Unos con el argumento de que no podían bajarse de sus candidaturas dejando sin cabeza las listas de senadores, diputados, gobernadores, intendentes y ediles presentadas a lo largo y ancho del país, y otros con la excusa de sus diferencias, lo cierto es que todos coincidieron en recusar la idea.
Claro que semejante unanimidad no cierra el dilema que crecerá conforme transcurran los días: ¿qué hacer si presentarse separados resultase funcional al kirchnerismo?
Hasta la próxima semana.
Periodismo de Verdad: 21 de julio de 2011
Dr. Vicente Massot
Gentileza del Estudio Massot / Monteverde & Asociados
Publicado en Notiar

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