martes, 8 de mayo de 2012

Conservador, progresista, ¿quién es quién?

por Ernesto Juliá Díaz.
Ninguna civilización ha nacido deshaciendo familias y ahogando, en su origen, el latir del corazón de una criatura. Vaya por adelantado que estas palabras, en sí mismas, pueden tener muchos significados, y en ocasiones apenas tienen el menor sentido.

Con esta advertencia, continúo. Es corriente presentar la situación actual de la sociedad occidental contemporánea como una convivencia-enfrentamiento, de dos corrientes de pensamiento y de conducta, de ideas y de moral podemos decir, que responden al calificativo de Conservadora y de Progresista. La corriente progresista sería la de quienes utilizan todos los medios a su alcance para propagar, e imponer si fuera el caso, el aborto, la sexualidad al antojo de cada quien, la pluralidad de formas de uniones entre hombres y mujeres, con la supresión real de la familia; el "relativismo" moral; o sea, no moral de ninguna clase; el rechazo de cualquier verdad, que sería vista como un obstáculo al desarrollo de la libertad del hombre. La corriente conservadora sería la que sostiene el amor a la vida, el derecho del que va a nacer; la grandeza de la familia creada por una mujer y un hombre, con proyecto de vida para siempre; una orientación moral que ayude al hombre a seguir su camino; la aceptación, por haberla descubierto en la realidad, de una verdad que sería guía para la libre actuación del hombre. Y todo esto, más allá de la configuración de partidos políticos, grupos sociales, planteamientos económicos, industriales; asociaciones, etc., que usan esos nombres, aunque sus programas de actuación no correspondan al contenido de esos enunciados. Como las fronteras no están bien delimitadas; y no es difícil, por ejemplo, personas que sigan la corriente llamada "conservadora"; y a la vez, no sean conscientes de lo que realmente lleva consigo la corriente llamada "progresista" —"que cada uno haga lo que quiera, dicen". Todo esto origina una desorientación que cualquiera de nosotros puede apreciar en el ámbito de sus amistades. Yo me pregunto, ¿qué puede significar "progreso" para personas que promueven ahogar el nacer de la vida; destrozan el origen de la vida; atentan contra la familia, manantial de amor en el mundo; y no aceptan ninguna "verdad" que pueda orientar su vida? El hombre es un ser histórico, que nace, se desarrolla, crece, madura y muere. Si no "conserva" su primer principio, se destroza —por eso es tan necesaria la defensa del embrión—; si quiere desarrollarse en otra dirección que la que le permiten sus capacidades, pierde el camino. A mí, por ejemplo, jamás se me hubiera ocurrido ser "matemático". Crece y madura, libremente, en una dirección: origina una familia —porque conserva su amor—, no diez; trabaja en una profesión —porque conserva lo que ha aprendido—, quizá en dos, pero no en quince. Y viviendo así, progresa, camina hacia adelante. Sin vida, sin familia, sin una luz en la inteligencia —"verdad"—, sin una orientación en la conducta —moral—, no se avanza, no se "progresa". Hasta el Diccionario de la Real Academia señala la primera acepción de la palabra "progreso", como una "acción de ir hacia adelante". ¿Va hacia "adelante" quien defiende el derecho a matar a los niños en el seno materno? ¿Va hacia "adelante" quien corta el crecimiento de las futuras generaciones destrozando la familia? ¿Se puede vivir en paz en una sociedad en la que el respeto a la persona, a la dignidad de la persona, apenas tiene amparo en la ley? Cuando la batalla del lenguaje es tan importante como lo es hoy, no cedería sin más en el uso de palabras que sugieren un contenido, y a la vez pueden encerrar otro contrario. Los que se proclaman "progresistas" no lo son, ni tampoco son avanzados, sencillamente porque no tienen ningún futuro, porque son "estériles". Y los que denominan "conservadores" son gente que no ha de limitarse a mantener en pie una serie de "tradiciones", sin más. Su horizonte es originar siempre nueva vida, asentada en la "tradición", conscientes, como recordaba un conocido historiador, de que lo que no se asiente en la "tradición" nunca será "moderno". Y la historia no deja de enseñarnos esta lección La mente que anhela un "progreso", ama la vida, defiende la vida. Muchas civilizaciones han cerrado su ciclo abortando a sus hijos. Ninguna civilización ha nacido deshaciendo familias y ahogando, en su origen, el latir del corazón de una criatura. ReligionConfidencial.com 05 febrero 2012. Ernesto Juliá Díaz

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