sábado, 12 de mayo de 2012

Teología y política en el s. IV



Por Alfonso García Nuño.
Donoso Cortés toma pie en una cita de las Confesiones de un revolucionario de Proudhon para dar comienzo a su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología".


Que en cada gran cuestión política esté implicado un problema teológico es cosa que no sorprende al gran ensayista español, lo que sí le llama la atención es que a Proudhon esto le pueda llenar de admiración. Y es que la perspectiva de ambos es distinta. Donoso ve la realidad, por tanto también la política, desde su fe; la óptica del revolucionario francés podríamos decir que es la inversa, en la política se topa con lo referente a Dios. Desde Eusebio de Cesarea, en quien tenemos la primera teología política del cristianismo, las reflexiones teológicas en torno a la política han tenido dos grandes ejes, la teología al servicio del poder justificándolo, por un lado, y la teología que reflexiona sobre la política y la relación del poder político con Dios y su legitimidad y modo de ejercicio. Pero también, e íntimamente relacionado con el pensamiento, el ejercicio de hecho del poder político en Occidente, en mayor o menor medida, o bien ha intentado instrumentalizar el cristianismo para sus propios intereses o bien se ha sabido limitado y dependiente de una voluntad superior, la divina. Todo lo cual, como no podía ser de otra manera, ha tenido su reflejo en las distintas maneras en que se ha comprendido y vivido la relación entre el Estado y la Iglesia. A esto no hizo excepción el s. XX; en los tres grandes momentos de la teología política –la polémica Schmitt-Peterson, la politische Theologie y la teología de la liberación, la teología política en torno a la Radical Orthodoxy– podemos encontrar desde una justificación del totalitarismo hasta un intento de liberar a la teología de servidumbres de otras ideologías para ejercer un pensamiento en que la realidad no quede reducida a lo meramente natural, sino que tenga también presente lo sobrenatural. En Teología política y polémica antiarriana. La influencia de las doctrinas cristianas en la ideología política del siglo IV, de Almudena Alba López, nos retrotraemos al siglo del emperador Constancio II, de los concilios de Nicea y Constantinopla, de Arrio y S. Atanasio, etc. La época en que, tras las grandes persecuciones, el cristianismo, viviendo en el tiempo inaugurado por Constantino, va a tener que luchar a la par por su propia identidad y por su independencia del poder político. Período en el que se van a poner las bases que definirán el futuro de la teología en estos temas; la concepción trinitaria del monoteísmo transformó de manera irreversible, a través de unas décadas de persecución por un poder político adscrito a la herejía arriana, lo que había sido la manera clásica de concebir en Roma la presencia de la religión en lo político y con ello los conceptos de legitimidad, autoridad y jerarquía. En el libro no solamente encontramos el entramado histórico fundamental de toda la controversia arriana. También una presentación elemental de cuál sea la visión teológica de Arrio y la ortodoxa del concilio de Nicea; sin esto es difícil comprender las implicaciones políticas de una y otra postura. El arrianismo niega la divinidad de Jesucristo, por tanto, afirma un monoteísmo no trinitario, y esto facilita una determinada concepción del poder político que choca con la del cristianismo ortodoxo: El arrianismo, por el tratamiento que hace de la divinidad, favorece el ejercicio de un poder absoluto y otorga al dirigente unas capacidades que el niceno niega, ya que en el primer caso no existe ningún tipo de traba entre Dios y el monarca mientras que en el segundo la autoridad del obispo y la ley de Dios actúan entre uno y otro para prevenir un uso espurio del poder por parte del dirigente. (p. 21). La adscripción del poder imperial a una u otra postura no será indiferente al modo de concebir y ejercer el poder: La minusvaloración del Hijo pretende enfatizar, a su manera, la realidad monoteísta del cristianismo mas, al minimizar la importancia de Cristo aceptando únicamente su faceta humana, Arrio abre la puerta a la equiparación del gobernante con el Hijo que se imbuye así de una autoridad extraordinaria que le permite desarrollar un gobierno incuestionable y prestigioso. Al colocarse, como Cristo, entre Dios y los hombres, usurpa, además, la faceta de mediador lo cual se traduce en la adquisición de una serie de prerrogativas como la injerencia en los asuntos eclesiásticos, por no mencionar el reforzamiento de la tradicional y conveniente equiparación del gobernante como garante de la salus del Imperio. (p. 101). Los ortodoxos se vieron sometidos a una persecución fortísima por parte del poder imperial de Constancio II, que se había sumado a la visión arriana. Pero pese a ello, pese a los duros destierros, encarcelamientos, torturas, etc., los nicenos acabaron imponiéndose, pues no hicieron dejación de su fe e ideas y plantearon una batalla, en el terreno del pensamiento, en la que mostraron una superioridad que acabó imponiéndose. En esta pugna, la separación de competencias y la prevención de toda injerencia del emperador en los asuntos eclesiásticos será un asunto tan importante para los nicenos como lo será para los arrianos demostrar la inferioridad del Hijo con respecto al Padre y la participación del princeps en funciones delegadas por aquél para la gestión de los asuntos terrenos. (p. 85). E. Peterson, en aquellos terribles años del nazismo, al final de su réplica a C. Schmitt y a cualquier teología al servicio de la ideología política afirmaba: La doctrina de la monarquía divina hubo de tropezar con el dogma trinitario, y la interpretación de la Pax Augusta con la escatología cristiana. Y así no sólo se acabó teológicamente con el monoteísmo como problema político y se liberó a la fe cristiana del encadenamiento al imperio romano, sino que se llevó a cabo la ruptura radical con una teología política que hacía degenerar al Evangelio en instrumento de justificación de una situación política. ALMUDENA ALBA LÓPEZ: TEOLOGÍA POLÍTICA Y POLÉMICA ANTIARRIANA. UPSA (Salamanca), 2011, 500 páginas.

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