miércoles, 27 de junio de 2012

Queman los pesos, los argentinos se los sacan de encima y quedan rehenes de la inflación mano a mano.

por Fernando Gutiérrez 
 El Gobierno busca que la sociedad deje de pensar "en verde". Pero pocos quieren quedar pesificados y la moneda local circula cada vez más rápido.

Así, la masa de dinero crece por encima de lo que pide la población. Y los precios suben y suben. Peligros del exceso de velocidad e impacto en el dólar. Al final, resulta que la culpa no la tenían los especuladores que quieren hacer plata con el dólar blue, tal como creía Guillermo Moreno, ni tampoco "los sectores dominantes que tienen vocación de repudiar la moneda", como afirma el exviceministro Roberto Feletti. La propensión de los argentinos a dolarizarse no es producto de una conspiración y ni siquiera es achacable a una particularidad cultural de estas tierras. Para los analistas que observan lo que ocurre hoy en la Argentina, la culpa la tiene un tal Thomas Gresham, al que no se le puede hacer llegar las protestas porque murió hace 433 años. 
Se trata de un comerciante inglés, que asesoraba a la corona sobre cómo manejar las finanzas públicas. Gresham observó, en el siglo 16, un fenómeno que hoy los estudiantes de economía conocen como una de las leyes básicas sobre el dinero. Es simple: cuando en un país conviven dos monedas -una que es vista como más segura que otra- la sociedad tiende a usar para realizar sus transacciones cotidianas la que brinda menos protección y retiene aquella de mejor reputación para preservar su capital.  Por consiguiente, no se ve circular mucho a la divisa "buena", mientras que la otra cambia de manos a toda velocidad, porque nadie quiere quedársela mucho tiempo. 
Cualquier parecido con lo que ocurre en la Argentina del siglo XXI no es mera coincidencia. Por el contrario, los economistas afirman que -lejos de tratarse de una originalidad local- lo que sucede actualmente es lo que ya está escrito desde hace varios siglos. 
Tal como marca la ley de Gresham, "los que tienen obligaciones de pago en moneda extranjera -aun teniendo dólares- prefieren cancelar en pesos al tipo de cambio al que se pongan de acuerdo", señala Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma. "Esos dólares se quedan guardados y la gente no los larga por nada", señala el analista. Y, como la mayoría de sus colegas, cree que los esfuerzos del Gobierno por terminar con la "bimonetización" de la economía no darán grandes resultados. 
También basándose en las lecciones de la historia, Gustavo Lazzari, economista de la fundación Libertad y Progreso, afirma: "Si algo quedó demostrado desde los babilonios hasta la Argentina de hoy es que es imposible obligar a un pueblo a tener una moneda que no le ofrece seguridad". Aplicado al contexto local completa diciendo que "si no se deja tener dólares, entonces la sociedad buscará atesorar otros tipos de bienes físicos, pero no va a permitir que le confisquen su riqueza", agrega. De hecho, muchos ven señales evidentes de que lo que está ocurriendo es que, más que buscar el billete verde, los argentinos están huyendo del peso. 
Así es como se viene produciendo un fenómeno del que ya diera cuenta iProfesional.com que es el de la dolarización "compulsiva": el Gobierno se empeña en pesificar la economía, pero la gente está dolarizada, sojizada, llena de propiedades y muy pocos ahorran en moneda local. Por lo pronto, en el caso del sector rural, no es casual que los productores de soja prefieran retener su capital en silobolsas antes que transformarlo en dinero. 
Para el influyente economista Miguel Angel Broda, "los argentinos buscan alternativas de valor para un dólar de 6 pesos". Y su diagnóstico es rotundo: "Empezará a caer la demanda de dinero local por parte de la gente". 
El peligro del "exceso de velocidad" 
La menor demanda de billetes argentinos es una de las situaciones a los que los analistas le tienen más miedo, ya que es un fenómeno asociado a los momentos más turbulentos de la historia económica argentina. Para Javier González Fraga, expresidente del Banco Central, el riesgo que se corre es el de una escalada de los precios: "Cuando colapsa la demanda de dinero se complica la situación. Aunque no se emitan billetes en cantidad, igual se genera inflación". Hay otra forma de calificar a este fenómeno que advierte González Fraga, y es lo que se conoce como el "aumento en la velocidad de circulación del dinero". La teoría indica que no necesariamente hay que emitir para que los precios aumenten. En efecto, es posible que todo suba porque el dinero rota más rápido, aun sin que se abuse de "la maquinita" de imprimir billetes. "La oferta de dinero tiene que tener relación con la demanda por parte de la sociedad, para que esos papeles no pierdan valor. Ahora bien, esta oferta puede subir porque se imprime más o porque lo que hay dando vueltas rota más rápido", explica un analista. Y agrega que rotan más rápido porque, justamente, al no ser vistos como reserva de valor la gente busca sacárselos más rápido de encima. Ello, ni más ni menos, actúa como una suerte de "efecto multiplicador" de la cantidad de billetes existentes. 
La historia argentina da varias lecciones sobre el potencial peligro de este fenómeno. En otras décadas caracterizadas por una elevada inflación el dinero pasó de rotar unas 12,5 veces por año a un pico máximo de 100, en plena hiper, según una investigación realizada por Jorge Avila, economista de la Ucema. Nadie pronostica hoy que se llegue a escenarios tan caóticos, porque los contextos local y global resultan muy diferentes. Pero lo que sí se advierte es que no sólo la tendencia es negativa, sino que además los argentinos tienen una memoria inflacionaria que los lleva a recurrir a mecanismos de protección. 
El estímulo no alcanza 
¿Está la Argentina en una situación comparable como la que derivó en otras crisis inflacionarias? Los analistas creen que todavía no pero que las señales preocupantes se acumulan. Un informe de Economía & Regiones, la consultora de Rogelio Frigerio, señala que "la maquinita" emite y expande la cantidad de pesos a un ritmo del 30% anual, cuando los argentinos sólo "piden" un 6,5% más (producto de la suba de precios). "La desaceleración sostenida de la demanda real de dinero es una de las dos contracaras del enfriamiento del nivel de actividad. Y pone en evidencia que el público cada vez quiere menos moneda local, reflejando que hay exceso de oferta", destaca. Ese excedente es lo que estaría explicando no sólo la persistente inflación sino también el aumento de la brecha entre el dólar oficial y el "blue". Otro aspecto que se mira con preocupación es el de las tasas de interés, ya que los economistas creen que mientras los plazos fijos castiguen al ahorrista pagándoles 15 puntos menos que la inflación el problema de la baja demanda de pesos se irá agravando. 
"El Gobierno intenta con bajísimas tasas estimular el nivel de actividad, y esto tiene el costo de que se cae la demanda de pesos. De todas formas, debe estar preocupado y por eso es que emite menos de lo que podría", observa Broda, poniendo la lupa sobre uno de los temas clave del momento. Ocurre que los economistas suelen hacer la analogía entre la emisión monetaria y las adicciones: al principio generan euforia, luego se necesitan dosis crecientes para tener el mismo efecto y finalmente sólo queda una dependencia hacia la sustancia y la sensación de malestar. Así, el exviceministro Gastón Rossi, hoy consultor en la firma LCG, cree que este fenómeno ya está pasando, dado que la misma tasa de emisión del año pasado hoy casi no genera crecimiento, mientras la inflación persiste. "Con una desaceleración de la economía como la que se observa hoy día uno hubiera esperado que los precios moderaran su ritmo alcista. Pero la suba sigue firme y sin pausa, al contrario de lo que pasó en 2009, cuando la recesión tuvo su correlato en que la inflación cayó abruptamente". 
¿Un problema autoinflingido? 
Lo curioso del caso es que este problema de exceso de pesos dando vueltas fue exacerbado por el Gobierno, paradójicamente, en su intento por pesificar. En efecto, antes de que se instaurara el "cepo cambiario "lo que observaban los analistas es que los argentinos -al comprar dólares- de alguna forma "le hacían un favor" al Ejecutivo, porque le "aspiraban" parte de la moneda local que resultaba en exceso a su demanda. Ahora, en cambio, todo ese sobrante de plata -que antes se volcaba a la divisa estadounidense- se transformó en un factor peligroso para la economía. "La intervención del Banco Central fue la principal explicación de la expansión de dinero: emitió más de $7.000 millones para comprar dólares en 2012. El cepo cambiario estimula esa emisión porque impide que particulares y empresas compren", analiza el informe de Economía & Regiones. Es así que el circulante de dinero en poder del público aumentó $8.000 millones en el último mes. Es plata que no va al consumo ni a los plazos fijos, sino que corre en una "calesita financiera". Claro que hay una diferencia entre el momento actual y el de hace un año: hoy, lejos de intervenir para sostener el "piso" del dólar, el Banco Central está empeñado en que no le vuele el "techo". 
El riesgo de sacar conclusiones erróneas 
En este contexto, la expectativa de los economistas para los próximos meses está vinculada con si el Gobierno resistirá la tentación de emitir en un intento de reactivar la economía y si se corre el riesgo de que la suba de precios se agrave aun más. Para Caamaño, la forma en que está reaccionando el ritmo económico es con una retracción de la actividad más que con una escalada alcista de los precios, pero advierte que existe un riesgo de mayor inestabilidad. "Cuando se junta mucha liquidez, siempre está el riesgo de que se pegue un salto en la velocidad en que circula el dinero. Es decir que la gente no quiera pesos y compre lo que sea: ahí es cuando se dispara la inflación", afirma. 
Para Mario Brodersohn, exsecretario de Hacienda y director de Econométrica, uno de los peores riesgos del momento es que los funcionarios kirchneristas hagan una lectura errónea de la situación internacional y lleguen a la conclusión de que emitir dinero no es inflacionario, porque Estados Unidos y Europa lo hicieron sin que ello tuviese su correlato en los precios. "En el actual contexto argentino de falta de credibilidad y de expectativas inflacionarias, la expansión monetaria puede jugar un rol muy distinto al que se dio en otros países", advierte Brodersohn. Y recuerda que, al contrario de lo que se buscaría -que es una reactivación mediante la inyección de dinero en la economía- se puede conseguir el resultado opuesto. 
"La combinación de controles y expansión monetaria impactará mucho más en la brecha cambiaria y en la tasa de inflación que en la actividad productiva. El resultado final puede ser estancamiento con inflación", concluye. 

 26 de junio de 2012 
 FUENTE: Por Fernando Gutierrez/iProfesional

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