viernes, 20 de julio de 2012

La resistencia al Poder Civil según el Magisterio de la Iglesia (hasta la segunda Guerra Mundial) (I)




Ensayo de José Fermín Garralda Arizcun en el que habla del Magisterio Pontificio y la resistencia y la sumisión ante el poder. 

 1. Introducción de actualidad. 2. Planteamiento: 2.1. El Magisterio Pontificio. 2.2. Las aportaciones de los grandes teólogos. 2.3. Dificultades en la exposición. 2.4. Un tema gravísimo, colofón de otros muchos temas y preludio de cuestiones muy serias. 2.5. Temas a tratar. 
1. Introduccción de actualidad. En España se están retirando los crucifijos de los lugares públicos como expresión de la apostasía del Estado -y además en una sociedad todavía católica-, y para mostrar que la confesionalidad declarada laicista sustituye necesariamente, en un plazo breve o paulatinamente -como ocurre en el actual caso español-, a la pérdida de la confesionalidad católica de los poderes civiles. 
 La retirada del Crucifijo es un ataque directo, concreto y emblemático, a Dios y a la sociedad católica. Por su parte, la confesionalidad laicista es el resultado final de un proceso de degradación de una legislación, un Gobierno y un Régimen concretos. Esta degradación ya estaba en germen en la Ley de Reforma política de 1976 y luego más claramente en la Constitución de 1978. Lo denunciado entonces tiene ahora sus resultados. 
Es tarde para que hablen los difuntos Hernández Gil, Ruiz Giménez y Antonio Fontán; lo es para que hablen el sr. Suárez, y Fernández Miranda. Don Juan Carlos de Borbón ha hablado de nuevo firmando la última ley del aborto. El Gobierno, al arrancar al Crucificado de los lugares públicos, impone a los españoles la sumisión total a la legalidad y al Estado. Así mismo, a través de la asignatura “Educación para la Ciudadanía” (o la tiranía), el Estado laico o laicista usurpa la patria potestad de los padres y se apropia de los hijos para corromper sus entendimientos y almas en las escuelas. 
Ahí está también el supuesto “derecho” al aborto voluntario. 
El Estado, la voluntad humana de quienes mandan -que ni siquiera es verdaderamente la del pueblo (1)-, quiere dominar todo: Dios, familia, hijos y vida. Sin Dios, tarde o temprano vienen los ídolos, y, con ellos, llega la destrucción del propio hombre. 
Se denunció ayer, y aquí están los resultados. Pero –inquiétese Vd. un poco- los liberales y “católico-liberales” nunca reconocerán que se tenía razón. Este es el gran drama del que cae en el liberalismo -cuyo espíritu todo lo oculta, excusa y disimula-, de cuyo árbol ya se dijo que es preciso hacer mil astillas. Estos aspectos y otros muchos que les preceden, desarrollados durante más de 43 años (desde la por entonces innecesaria ley de “libertad religiosa” de 1967), plantean la relación de los católicos hacia los poderes constituidos de hecho. Estudios como este son necesarios porque, a veces, se esparcen teorías que, con anhelos de paz y de concordia, encienden más las discordias. Nada hay tan cordial y tan pacífico como la verdad. También en los temas espinosos y comprometidos como el que se presenta en estas páginas. Estos temas hoy son tabú entre los católicos porque, en el actual democratismo liberal, hoy domina el poder de hecho y el culto a la legalidad y a lo establecido de hecho. Este dominio comenzó en germen al considerar la forma democrática como única realidad legítima. Sobre todo, cuando esta forma tenía un contenido ideológico racionalista o liberal. A veces los males son inapreciables y pequeños, sin aparente maldad, pero, al ser males graves, y al crecer mientras crece el mal derivado del mal raíz, conducen a extremos insostenibles. Hoy el gobierno socialista español ha llegado a prohibir la presencia de los signos religiosos católicos en las instituciones públicas (un extremo de laicismo), a declarar el derecho a asesinar –claro es que la ley no lo dice así- al concebido y aún no nacido, y a sustraer a los padres la patria potestad mediante la “Educación para la ciudadanía” (la tiranía) y la corrupción de sus hijos en las escuelas. Basta leer el BOE y conocer la práctica seguida en muchas Comunidades Autónomas. En estas páginas se ha elegido el Magisterio de la Iglesia hasta la guerra mundial, no porque después éste cambie, sino porque tras 1945 existe un marco histórico diferente, debido a los desastres de la última guerra, a la “Guerra Fría” con la amenaza de una tercera guerra mundial, a la carrera de armamentos, y a que los temas más inquietantes promueven una resistencia activa que se desea hacer dentro de la legalidad, aunque corrigiendo ésta como labor de los hombres que es. 
 2. Planteamiento 
 2.1. El Magisterio Pontificio. No iluminan estas páginas las opiniones privadas por cualificadas que sean, ni diferentes diplomacias vaticanas, ni tratamientos coyunturales y circunstanciales por prolongados que estos sean en relación con situaciones dadas, ni teologías menores y sin respaldo en el magisterio de la Iglesia… Las iluminan las doctrinas inmortales de la Iglesia, incluyendo, como hijas menores, las afirmaciones de los grandes teólogos, sobe todo los declarados doctores de la Iglesia. Decimos como hijas menores porque la doctrina de la Iglesia se encuentra en un plano muy diferente al de las afirmaciones de los grandes teólogos, ya que, a diferencia estos, sólo Ella tiene el poder de jurisdicción y de magisterio como Iglesia docente. 
2.2. Las aportaciones de los grandes teólogos. Se parte del Magisterio de la Iglesia, explicado y ampliado con las afirmaciones de los teólogos más significativos, sobre todo los declarados doctores de la Iglesia, cuyas afirmaciones forman parte del acervo y la Doctrina católica. Aunque no se citará expresamente sus enseñanzas, se ha estudiado a los grandes teólogos, y especialmente a los doctores de la Iglesia. No se citarán expresamente para que sea el Magisterio de la Iglesia quien lo haga, y, además, para abreviar esta exposición. Se ha comprobado que los teólogos realizan más afirmaciones que el Magisterio, lógicamente las explican más, y que sus afirmaciones y las del Magisterio eclesiástico coinciden. ¿De qué teólogos se está hablando? Elijamos a los clásicos antiguos y modernos, escolásticos y neoescolásticos. Entre los antiguos destacan San Agustín (De Libero Arbitrio, cap. VI, lib. I), Sto. Tomás de Aquino (Summa theologica, De rege et regno), Suárez (De legibus, Defensio fidei, De charitare), Bañez (De justitia et jure), Vitoria (Relectiones), Molina (De justitia et jure), Mariana (Historia general de España), Salas (El gobernador cristiano), San Roberto Belarmino, Lessio, Lugo, Castropalao, Gerson, Kenrick, Bossuet, Márquez. Para ellos “es lícito repeler la fuerza con la fuerza”. A mediados del s. XVIII, San Alfonso Mª de Ligorio, y los que le siguen como Ferreres y Noldin, son contrarios a toda sublevación: “nunca jamás es lícito rebelarse” contra el tirano. Su argumento no sólo niega el tiranicidio sino toda resistencia a cualquier clase de tirano, aun del más intruso y cruel (337-341). Es muy posible que esta posición se deba a la influencia del absolutismo de la época, y a la demagogia liberal de las escuelas filosóficas de los s. XVIII y XIX. Félix Amat es uno de los más entregados al poder de hecho. Poco a poco irá cambiando esta postura de la mano de La Serviére, Cathrein, y Prummer. Autores más modernos y neoescolásticos del siglo XIX y comienzos del XX, sin coincidir entre sí en todos sus extremos, son De la Taille, Castelein, Cardenal Cayetano, Cepeda, Prummer, Zigliara, Janvier (1909), Mendive, Costa Rossetti, Cathrein, La Serviére, Noldin, Lehmkul, Genicot, cardenal Mercier, cardenal Hergenrocther, San Ezequiel Moreno y Díaz (Cartas Pastorales), Costa-Rosetti, Casanova, Márquez, Mendizábal, Menéndez Reigada (2), Castro Albarrán etc. En algún punto, algunos de estos últimos –que no los grandes doctores- se mostraron algo condescendientes con los usurpadores, pues sostienen la necesidad de reconocer verdadera autoridad en todo poder de hecho, por más ilegítimo y usurpador que sea: Ligorio, Schiffini, Tongiorgi, Taparelli, Ferretti, Meyer, Liberatore, Zallinger (124). Se omiten otros autores por no ser teólogos como Balmes (3) , Vázquez de Mella (4) , Gil Robles (Enrique y en menor grado José María) (5), Havard de la Montagne (6), Senante (7), Maeztu (8), Herrera Oria (9), Vegas Latapie (10), Yaben (11), Marcial Solana… y a otros de diversas escuelas. ¡Qué maravilla es la exposición de tratadistas políticos católicos, en sus tesis o bien en discusión con los católicos que optaban por el oportunismo, la sumisión a los hechos consumados o poderes constituidos de hecho! Las páginas de los juristas tradicionalistas, que surgirán al final de trabajo, como anclaje de las doctrinas en la vida del pueblo católico, están llenas de luz y colorido, más que suficiente para la admiración intelectual y la elevación del corazón. ¡Y qué diremos de las realizaciones de nuestros mayores católicos, que no doblegaron la cerviz ante el ídolo del capitolio y, es más, lo tiraron por tierra para restaurar así el reinado del Derecho, de Cristo y del pueblo español católico en general. Hablemos del pasado siempre vigente, porque hoy, año 2010, si bien hay grandes pensadores católicos y concretamente de la escuela tradicionalista, sus oponentes acomodaticios no abordan estos temas porque durante décadas han cerrado filas para hacer posible –y no ya para tolerarlos como mal menor- los hechos revolucionarios dominantes. Es la tragedia del oportunista resabiado de liberalismo, que de tolerar, por tolerar demasiado…, acepta y aprueba el mal. 
2.3. Dificultades en la exposición: Primera. Esta exposición asume la gran dificultad de diferenciar el Magisterio de los Papas y Concilios, de la doctrina de los grandes teólogos, incluidos los doctores de la Iglesia, cuyas tesis más esenciales son asumidas por el Magisterio. En realidad, los teólogos explican la doctrina de la Iglesia, formulada primero y después perfilada con las aportaciones de aquellos. Omitiremos los textos de los teólogos y nos quedaremos con los del Magisterio.
Segunda. En el Magisterio hay que distinguir los principios doctrinales de las normas y consejos prácticos circunstanciales, como fue el ralliement francés de finales del s. XIX. 
Tercera. Desarrollar el tema sobre “la resistencia al poder civil” es complejo. Pongamos un ejemplo: al hablar de la legitimidad de origen y de ejercicio, sabemos que el poder ilegítimo de origen podría con ciertas condiciones legitimarse proscribiendo así la legitimidad del poder legítimo derrocado y, por otra parte, sabemos también que la tiranía de ejercicio tiene sus grados y proceso. También debiera evitarse la complicación de la exposición de estos temas, porque hay abundantes disquisiciones doctorales de escuela. La cuarta observación es importante, porque, si se olvida, se originan muchas simplificaciones y disputas inútiles. Tal es no descontextualizar los textos pontificios. En efecto, De La Taille afirmaba: “Del mismo modo que para la interpretación de un texto legal o de jurisprudencia no es supérflua la ciencia del derecho, hay ciertas enseñanzas pontificias (alude concretamente a las normas que tratamos sobre la obediencia, sumisión o acatamiento etc. al poder ilegítimo), que exigen ser interpretadas a la luz de los principios teológicos en que se inspiran y de la doctrina tradicional, que los encuadra” (12).
2.4. Un tema gravísimo, colofón de otros muchos temas y preludio de cuestiones muy serias.  Es colofón de las afirmaciones sobre el origen del poder político, su naturaleza, los hechos consumados, la resistencia y sus diversas formas, el espíritu o talante con el cual los católicos se enfrentan a la vida. Es preludio de la doctrina sobre la resistencia al poder político y sus formas, la objeción de la verdadera y recta conciencia, la desobediencia civil, y la resistencia armada. Este tema es piedra de toque que deslinda el sentir católico del sentir revolucionario, ya sea liberal, católico-liberal, resabiado de liberalismo y todas sus derivaciones extremas. Deslinda el sentir católico del sentir comprendido en el racionalismo, el naturalismo y la secularización o, mejor dicho, en el carácter legalista y sumisionero (reconocementero), que lo es mucho más por comodidad, debilidad, y buen vivir que por convicción de algo. La prueba es cuando les ocas el bolsillo, sus derechos o su vida. 
2.5. Temas a tratar. Castro Albarrán (13), al que sólo en parte seguimos en esta exposición, mantiene el siguiente orden analítico. Estudia el origen del poder civil y sus teorías, la finalidad y formas del poder, la legitimidad de origen y ejercicio, y la resistencia y posible legitimación del poder ilegítimo de origen. Analiza también la resistencia y/o sumisión al poder ilegítimo de ejercicio por sus leyes injustas, distinguiendo entre leyes, Gobiernos y Regímenes, y la relación con el poder ilegítimo en términos de sumisión, obediencia, acatamiento, aceptación o adhesión, colaboración. Explica el Magisterio de León XIII en materia de sumisión al poder así como sus Normas prácticas en el ralliement francés. Por último, describe la resistencia al poder, y sus tipos, uno de los cuales y en calidad de extremo es la resistencia armada. (continúa)
Fuente: arbil.org 
Catholic.net

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