martes, 3 de julio de 2012

¿Sin políticos católicos en el Congreso Nacional Argentino? Compartiendo impresiones sobre algunas recientes votaciones

por: Nicolás Lafferriere.
169 votos a favor y ninguno en contra. 55 a favor y ninguno en contra. Estos resultados corresponden a las votaciones de las leyes de fecundación artificial en la Cámara de Diputados y a la ley de identidad de género en el Senado de la Nación Argentina, respectivamente,
y nos mueven a compartir algunas reflexiones sobre el compromiso católico en estos temas tan difíciles y delicados. Los resultados mencionados son elocuentes y evidencian la ausencia de voces que reflejen tanto las enseñanzas de la Iglesia Católica, como valores fundamentales vinculados con una antropología realista. En efecto, ambas leyes se contraponen abiertamente con los llamados “valores no negociables” que el Papa Benedicto XVI ha expresado en la exhortación Sacramentum Caritatis (n. 83). Ello nos mueve a preguntarnos qué sucede con el compromiso de los católicos en el Congreso Nacional y a compartir algunas reflexiones con la finalidad de intercambiar opiniones sobre esta particular situación y cómo responder a ella. 
No comprensión de las cuestiones en juego: El primer interrogante es si hay políticos católicos en el Congreso de la Nación. En efecto, aunque suponemos que varios legisladores son bautizados, también nos preguntamos qué comprensión tienen de las exigencias que surgen de ese bautismo y del testimonio cristiano que están llamados a presentar en estos particulares momentos. Pareciera que no se alcanzaran a comprender las implicaciones que estos temas tienen y que suponen la coherencia entre la fe profesada y el voto en ámbitos parlamentarios. Tal voto conforme a las enseñanzas de la Iglesia no es el fruto de una imposición externa ni arbitraria, sino que es la consecuencia de la adhesión personal y plena a Jesucristo, que viene a traer Vida para todos. Esa adhesión de fe tiene consecuencias en el plano social y particularmente cuando están en juego temas vinculados con la dignidad y derechos fundamentales de la persona humana y de la familia. ¿Cómo no levantar la voz cuando se pretende privar de derechos a los embriones humanos y convertirlos en mercancía disponible? ¿Cómo no señalar la imperiosa necesidad de tutelar el derecho a la identidad de los niños en casos de fecundación artificial? ¿Cómo no explicar la riqueza de la antropología cristiana ante las ideologías del género que imponen a adultos y sobre todo a niños formas de concebir la vida y la sexualidad que conducen a fracasos y malas experiencias personales? 
La presión mediática: En realidad, no creo que no haya tales políticos católicos en ámbitos legislativos. Ello nos lleva a un segundo grupo de reflexiones, vinculado con las presiones que pueden sufrir quiénes perciben la importancia de estos tema pero por alguna causa terminan silenciados. Entre todas esas presiones, entiendo que sobresale la presión mediática que tiende a silenciar de maneras muy sutiles a todas las voces discordantes. Es evidente que los principales medios masivos de comunicación se ubican, casi sin disidencias, entre los promotores de este tipo de legislaciones contrarias a la vida y la familia. Salvo algunas excepciones que se pueden encontrar en medios del interior o en algún editorial del diario La Nación, en las demás secciones y medios, nos encontramos con una abrumadora propaganda de estas leyes. Esta propaganda opera como presión que puede inhibir a algunos políticos a expresar sus reales convicciones por miedo a ser acusados de contrarios al progreso, oscurantistas y otros calificativos semejantes. Igualmente, los medios no divulgan las muchas opiniones contrarias a los proyectos, o lo hacen de manera despectiva y sesgada, con la finalidad de ridiculizar a esos argumentos y reforzar la propia agenda ideológica. Ello dista mucho de ser buen periodismo, pero se puede comprobar fácilmente. Alguno podría decir que las voces que se oponen son muy minoritarias. Ello no es así, pero en todo caso, en muchos otros temas son voces de minorías, o incluso de algunas personas o grupos de personas, las que toman la bandera y llevan adelante reclamos que culminan con leyes y decisiones políticas. Entonces, no se advierte por qué se silencian a los que, con argumentos racionales y consistentes, levantan su voz para defender valores que aparecen silenciados en los grandes debates comunicacionales. 
La crisis moral: Un tercer nivel de causas parece ubicarse en la profunda crisis moral que afecta a la sociedad y de la que no podemos sustraernos los propios católicos. En efecto, estas leyes encuentran un ambiente marcado por la pérdida del sentido de obediencia a las normas fundamentales de la sexualidad y vida familiar. Lógicamente, las leyes a su vez también ejercen una influencia y son, muchas veces, generadoras de auténticas estructuras de pecado que inciden en la cultura. En el fondo, la crisis moral es una crisis también metafísica y religiosa, vinculada con la difusión del relativismo y el eclipse del sentido de Dios en nuestros días. 
Consecuencias políticas: Bajo la lógica de las instituciones republicanas, estas leyes no hacen más que empobrecer la práctica constitucional y parlamentaria, que se transforma en un mero trámite y pierde su lugar como el lugar del debate y la confrontación respetuosa y dialogante de ideas. 
Algunas claves para el compromiso: el panorama puede parecer desolador y minar nuestra esperanza. Pero no es así y podemos también pensar algunas claves para revertir esta situación y que, en el futuro, haya voces que se levanten para tallar en los debates con racionalidad y fuerza: a) Una minoría activa y creativa: probablemente en muchos de estos temas, los católicos seamos una minoría. Pues bien, ello nos interpela a aprender a movernos en tal carácter, con mucha dedicación y creatividad, sin temores y con la valentía de quien comparte una verdad en un mundo confundido. b) Carácter profético: otro aspecto a profundizar es el carácter profético que hay que asumir ante estos debates. Los profetas siempre levantaron su voz para recordar al pueblo y sobre todo a las autoridades, para que no se dejen llevar por modas pasajeras sino que descubran la fuerza liberadora de Dios y su mensaje. c) Renovación de argumentos ante el escenario comunicacional: a través de distintos documentos y discursos, el Papa Benedicto XVI señala que hoy hay una “falta de pensamiento” (ver Caritas in Veritate) y que hay que realizar una nueva síntesis intelectual para enfrentar los desafíos del nuevo milenio. Pues bien, en estos campos y con estos nuevos escenarios, nos toca a los cristianos renovar nuestros argumentos, darles hondo fundamento teológico y filosófico, y también jurídico y científico. Nuevas instancias de diálogo y reflexión, al interior de la misma Iglesia, son necesarias para descubrir las maneras de presentar nuestro mensaje en el nuevo escenario de la comunicación social, que también exige formas más breves y claras de expresión. d) Fortalecer los propios canales de comunicación: si los grandes medios de comunicación silencian, hay que aprender a usar y potenciar los propios medios, que pueden tener creciente fuerza, sobre todo en la alianza con otros medios de todo el país. e) Crecer en comunión: presupuesto fundamental de todas estas acciones es el trabajo en comunión, es decir, cuidando las relaciones entre los propios cristianos para sumar y no restar, para dialogar y no juzgar, para impulsar y no estar mezquinando compromiso, para compartir bienes y talentos, para reconocer los distintos carismas y funciones cumplidas por cada uno. f) Confianza en la Gracia de Dios: el Papa Benedicto XVI viene insistiendo con fuerza en la importancia de la Gracia, pues nuestras propias fuerzas no bastan. Así, ante la desproporción que parece existir entre nuestros recursos escasos y los desafíos, tenemos que confiar en la fuerza poderosa de Dios, que es capaz de hacer muchísimo más de lo que podemos pedir o pensar, como dice la Carta a los Efesios. En otros países, como los Estados Unidos, los temas vinculados con la vida y la familia son decisivos al momento de los debates políticos y sobre todo de cara a los procesos eleccionarios. Llega el tiempo de crecer en comunión y mostrar la importancia que estos temas tienen para muchas personas, que normalmente no se expresan, pero que en lo íntimo de su corazón saben que estas leyes no contribuyen al bien común. 

 2 de Julio de 2012 a la(s) 16:11 ·

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