miércoles, 20 de febrero de 2013

Benedicto XVI, una gran lección de liderazgo.





por Pablo Álamo.Decía Stephen Covey que los actos siempre hablan más alto y más claro que las palabras. La renuncia de Benedicto XVI al papado "por falta de fuerzas” ha sido un clarísimo ejemplo. 


El motivo de la renuncia, que ha dado la vuelta al mundo y ha conmocionado a millones de personas, podría parecer una falta de liderazgo y de entrega. 
Así lo han interpretado algunos analistas como, por ejemplo, Juan Manuel de Prada y Salvador Sostres, quienes, comparando a Benedicto XVI con Juan Pablo II, concluyen que éste fue un ejemplo de “humildad y grandeza, de sacrificio y esperanza”, mientras que Benedicto XVI ha demostrado su fragilidad y debilidad. “Si el Santo Padre no aguanta, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros?”, se pregunta Sostres.
Respeto otras opiniones y, sin embargo, no comparto, por principio, las críticas a las decisiones libres, ponderadas, llenas de sentido común y que, además, se pueden interpretar como una egregia lección de liderazgo. 
Pienso que, por encima de todo, está la conciencia de las personas y su libertad de actuar llevado por las propias convicciones, siempre y cuando éstas no sean causa de males a terceros y violaciones de derechos fundamentales. 
Puedo aceptar que Benedicto XVI no haya sido un Papa carismático, en el sentido latino y sentimental del término. En cambio, veo positivo el otro lado de la moneda: ha sido un Papa sabio, culto, lógico, racional y honesto intelectualmente. 
He dicho que la renuncia que Benedicto XVI se puede interpretar –y yo lo hago- como una gran lección de liderazgo. Los motivos son los siguientes:
1. Un buen líder es una persona coherente. Benedicto XVI dice haber tomado la decisión después de una larga y ponderada reflexión, y no hay motivos para no creerle. 
Precisamente el Papa, en el viaje que hizo a Croacia en el 2011, apeló al redescubrimiento de la conciencia como lugar de escucha de la verdad y el bien, que tiene que estar fundada en el don y no en el interés económico o en una ideología, sino en el amor: “La calidad de vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto ‘crítico’ que es la conciencia, de cómo se la comprende y de cuánto se invierte en su formación“. 
Sólo así se logrará, afirmaba el Papa, construir una polis –una sociedad- acogedora, hospitalaria y llena de ricos contenidos humanos. Si para Benedicto XVI, la conciencia de las personas es inviolable y debe ser respetada y seguirse, ha predicado con el ejemplo.
2. Los buenos líderes aman el cambio. El cambio es bueno y ayuda a las personas a encontrarse más profundamente. El cambio es sano sobre todo en personas que están en ámbitos de alta responsabilidad y de poder, porque éste cambia a las personas, cuando no las corrompe. Decía G. B. Shaw, premio Nobel de Literatura: “La vida no consiste en buscarse a sí mismo, sino en crearse a sí mismo", cosa que se logra en cada proceso de cambio voluntario y libre.
3. Los buenos líderes son humildes. Dejar el poder es más una señal de humildad que de debilidad. La humildad no tiene que ver con la blandenguería sino con la serenidad y firmeza para defender lo que uno cree. Carlos Llano, un experto en liderazgo, sostenía que en la humildad está la base de las decisiones radicales y firmes. 
La renuncia de Benedicto XVI lo es sin lugar a dudas, pues se atrevió a romper una tradición que duraba siete siglos. “El dominio de sí”, escribió Carlos Llano, “es el mejor de los imperios. Por contra, el afán de dominar es la verdadera obsesión de los débiles. Su afán efímero de superioridad no es más que el anverso de un complejo de inferioridad que les acompañará toda la vida”.
4. Los buenos líderes saben sacrificarse y saben cuándo hacerlo. Como el poder ejerce una enorme atracción, el liderazgo muchas veces es envidiado. Sin embargo, el buen liderazgo requiere renuncias, sacrificios y superar miedos. 
Un líder sabe cuándo debe ceder el poder y cuándo debe retirarse para que otros continúen con la misión, porque el líder no identifica como un absoluto a la persona con la misión. Se requiere de mucha inteligencia y finura de espíritu para saber distinguir y ser flexibles sin perder la identidad personal y el compromiso con la misión. En economía hay un concepto que se llama “coste de oportunidad”, que, como enseña Maxwell, a veces requiere incluso renunciar a una parte importante de la vida personal. 
Paulo Coelho tiene una frase magistral al respecto: “No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros”. Hay que ser muy fuerte –intelectual y moralmente- para dar ese paso.
En la vida hay cinco etapas importantes: “aprender a hacer”, “hacer”, “enseñar a hacer”, “hacer hacer” y, finalmente, “dejar hacer”; para la mayoría de los líderes, la más difícil de todas es la última, porque el poder cambia a las personas, y te hace sentir indispensable. 
Tomar la decisión de retirarte, cuando estás en lo más alto, cuando todo el mundo te mira como un referente, como una columna, no es nada fácil. No es fácil decir la verdad, hay que tener mucha humildad y fortaleza para decir: “Me voy, porque no tengo fuerzas; lo dejo, porque soy prescindible”. Y si es una decisión que será muy criticada o incomprendida, implica una gran valentía. 
Pienso que Benedicto XVI, a sus 85 años, ha conseguido superar esas cinco etapas. No me corresponde juzgar a nadie y mucho menos a un Papa. Como todo ser humano, habrá cometido errores, pero la otra cara de moneda, a mi modo de ver, es una gran lección de liderazgo. Y me permito decirle, por tanto, desde lo más profundo: ¡Gracias! 

Pablo Álamo
PH. D. c. Economía y Empresa Universidad de Comillas 
Empresa y humanismo
Universidad Sergio Arboleda
Twitter: @pabloalamo

Finanzaspersonales.com.co (20/2/13)

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