jueves, 12 de junio de 2014

José María Campagnoli, el fiscal que jamás dejará de serlo.

Esta es una de esas notas que me es más difícil escribir, máxime sin involucrarme de singular manera. Pero es quizás ese “estar involucrada” lo que impulsa estas líneas.
Decir que el país está atravesando uno de los momentos más delicados no es novedad para ninguno de los lectores, y no aporta demasiado porque es una verdad a medias. En rigor, la Argentina está viviendo de esa manera desde mayo del 2003 cuando un caudillo sureño empezó a convertir el país en un feudo.
Muchos otros lo han hecho en otras ocasiones, es cierto, pero ninguno con tamaño “éxito”. “Éxito” que es responsabilidad de todos cuantos habitamos este territorio. La sociedad ha sido cómplice y participe necesario en este proceso de involución en que nos hallamos.
Desdeñó la institucionalidad en pro de un plasma o un LCD más, de cuotas para un celular, de autos importados subsidiados, de fines de semana largos con posibilidad de viajar, en síntesis, de vivir con comodidad. Y la vida no es precisamente un confort perenne, ni un tiempo donde divertirse únicamente. Demasiada inmadurez pretender ser adultos sin modificar un ápice la conducta del infante. Demasiada insensatez situarse siempre en la figura del “mártir autoproclamado” para que el Estado termine ocupando un espacio desmesurado.
A Dios gracias, en esta década ha habido excepciones aunque éstas no hagan más que confirmar la regla: somos un pueblo en demasía vago. Muchas de esas excepciones nos dejaron ídolos, héroes. Pero a la ciudadanía lo que le estaba haciendo falta era otra cosa, líderes y personajes subidos a furtivos pedestales sobran, faltaba algo infinitamente más importante: ejemplos.
Sin duda, la entronización de Jorge Bergoglio en el Papa Francisco fue uno de ellos. Puso a relucir, sin quererlo, lo mejor y lo peor de nosotros mismos como el exitismo extremo, la conversión oportunista o sin eufemismos, la hipocresía.
Para algunos, que el Sumo Pontífice haya recibido a Cristina ya lo descalifica. Así somos: al mismo hombre que ayer llamamos dios, hoy lo llamamos diablo. Seguramente, según cómo sea la actuación de la Selección en el Mundial de fútbol, será ovacionado o denostado, Alejandro Sabella. Y hasta Messi puede devenir un mediocre jugador si no hace los goles que el inconsciente colectivo está esperando…
En este orden de cosas, aparece el fiscal José María Campagnoli. Suponer que por un partido de fútbol -que además se repetirá cien veces-, se lo puede dejar sólo, nos sitúa en lo más bajo y ruin de la condición de ciudadanos y también de seres humanos.
Porque Campagnoli, un “hombre común”, no está luchando únicamente por un cargo. No es fiscal por seguir ciegamente la carrera judicial, sino por llevar esa vocación en la sangre. Y aún cuando la ignominia de esta coyuntura argentina -sembrada por el kirchnerismo con esmero y porfía-, lo dejase afuera de su cargo, estoy segura que seguirá fiscalizando como si nada hubiese pasado por dos razones.
1- Su convicción de lo que sabe hay que hacer, tal como lo demostró con creces.
2- Su voluntad inquebrantable de servir a la Nación no dejando morir la República ni que se borre la Constitución como si fuera un Best Seller cuyo momento ya pasó.
Y en ambas causas, aunque no se comprenda o no se quiera comprender por querer permanecer en ese confort que termina, inexorablemente siendo frustración, remiten a una razón más profunda y más colectiva: dejar a nuestros nietos, hijos o sobrinos, un país digno que merezca ser vivido. Porque éste está dejando de serlo.
José María Campagnoli puede que sea un “hombre común” pero comparado a millones de argentinos, se lo ve inmenso, fuerte, digno, intenso. Y lo es hasta el tuétano.
José María Campagnoli es hoy un sinónimo de justicia independiente, de democracia con división de poderes, de progreso y crecimiento como país pero también como integrantes del mismo. José María Campagnoli no es Jesucristo pero nos redime a todos si su gesta nos encuentra a su lado, unidos.
En José María Campagnoli está lo que muchos piden a diario: la decencia, la honestidad, la voluntad de servicio, la lealtad y las ganas de cambiar el rumbo de un camino indigno. Por eso, no estar el próximo 18 de Junio acompañando no a un fiscal solamente sino al propio sueño es, sin eufemismos, no estar siendo argentino aún cuando si hay un gol gritemos y nos pongamos la remera y el gorrito.
Una sé siente impotente al no encontrar las palabras precisas que expresen lo que significa esta parodia de juicio aunque el adjetivo “político” sea verídico. Como dicen los Evangelios: “quien quiera entender que entienda”
Personalmente no sólo entiendo sino que, como dije al principio, está nota me está siendo en exceso difícil, casi diría que pone en jaque a la analista política. Y quizás después de tanto tiempo, eso sea realmente bueno. Firmo, pues, estos renglones como persona, como mujer, sin agregar lo que en verdad no hace ninguna falta, otros títulos.
¡Y gracias José por esto también!


InformadorPúblico.com (11/6/14)

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