sábado, 11 de octubre de 2014

5 de octubre de 1975: el fin del relato setentista.


Por Agustín Laje
Hace exactamente 39 años, el 5 de octubre de 1975, la organización terrorista Montoneros llevó adelante un operativo de dimensiones formidables en la provincia de Formosa.
El plan incluyó la participación de aproximadamente 100 terroristas (entre combatientes y periféricos), numeroso material bélico (fusiles, ametralladoras, escopetas, granadas de mano, armas de puño, etc.), 19 vehículos terrestres y dos aviones: un Boeing 737 secuestrado durante pleno vuelo rumbo a Corrientes que fue desviado a Formosa, y un Cessna 182 de cuatro plazas.
El objetivo central del ataque fue el Regimiento de Infantería de Monte 29 y el armamento que allí se guardaba. Se buscaba, además, dar un salto cualitativo: demostrar que “la orga” estaba bien encaminada en el trayecto que conducía a la profesionalización de un Ejército. En efecto, Montoneros quería su propio Ejército, y qué mejor manera de probar la existencia del mismo que con el enfrentamiento armado contra otro Ejército (el argentino). No es azaroso, en este sentido, que este episodio haya sido probablemente el primero en el que Montoneros utilizó su uniforme militar: pantalón azul y camisa celeste, campera azul y birrete azul.
Pero los terroristas montoneros jamás esperaron que los soldados conscriptos del cuartel resistieran de la forma en que lo hicieron. La mayoría de ellos, jóvenes de apenas 18 a 21 años, provenientes de clases humildes, se encontraban durmiendo la siesta algunos y otros en las duchas cuando el ataque montonero inició, no obstante lo cual se dispusieron a repeler la ofensiva hasta perder sus vidas.
La soberbia de Montoneros, esa soberbia que tan bien describió Pablo Giussani como “soberbia armada”, les hizo creer a los terroristas que los soldados conscriptos no eran portadores de ideales y que, por tanto, no resistirían el ataque o, aún más, que se plegarían a él. Y es que Montoneros se veía a sí mismo como una vanguardia iluminada, portadora de la más alta misión de liberar a las “clases explotadas”. La verdad era muy distinta: se trataba de una organización compuesta por clases medias y medias altas que jamás tuvieron llegada a las clases que decían representar en su lucha revolucionaria.
El enfrentamiento fue relatado por los propios montoneros, poco después, en su revista Evita Montonera: “El fuego fue impresionante. Para tener una idea aproximada de lo que fue su intensidad hay que computar entre ambos bandos alrededor de sesenta personas haciendo fuego simultáneamente con FAL, pistolas ametralladoras, la ametralladora pesada MAG, granadas y armas cortas”.
El saldo del combate fue la muerte de 10 soldados, 1 sargento, 1 subteniente y 12 guerrilleros. Además, 16 soldados fueron heridos de gravedad, lo mismo que 2 oficiales y suboficiales, y 2 guerrilleros.
El hecho en cuestión, narrado en este artículo de forma harto resumida, es deliberadamente ocultado por la historieta de los años ’70 que ha vendido el kirchnerismo en complicidad con las mal llamadas “organizaciones de Derechos Humanos” (cuya definición del derecho humano está atravesada por criterios ideológicos) por una razón bien específica: y es que las características propias de este episodio de nuestra historia reciente conlleva una serie de componentes que bastan para tirar por la borda toda la fábula setentista que se edificó con fines políticos, económicos, revanchistas e ideológicos.
1)      El ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29 demuestra que la Argentina vivía por entonces una verdadera “guerra revolucionaria” que estaba pasando de una fase estrictamente “terrorista urbana”, a una fase de enfrentamientos directos a través del choque de aparatos militares.
Montoneros hizo uso de su uniforme de guerra y empleó armamento pesado (como la ametralladora MAG); en sus publicaciones, como la citada Evita Montonera, definían como “guerra revolucionaria” el proceso que habían desencadenado en la Argentina.
2)      La fecha del ataque (5 de octubre de 1975) demuestra que las organizaciones guerrilleras, lejos de poseer ideales democráticos, se propusieron derrumbar el régimen democrático con el objeto de instalar un régimen dictatorial de corte marxista-leninista. En efecto, cuando el ataque aconteció, no gobernaba Videla sino el peronismo.
3)      La magnitud operativa del ataque demuestra la excepcional capacidad militar de la organización terrorista Montoneros, la que hoy es minimizada por los historietistas del setentismo a los efectos de no ahondar y encubrir sus responsabilidades históricas.
Vale recordar, en este sentido, que apenas dos meses antes, en agosto de 1975, Montoneros construyó un túnel subterráneo que pasaba debajo de la pista del aeropuerto de Tucumán, colocando allí 5 kg de TNT, 60 kg de diatemón y 95 kg de Amonita con detonador a distancia. Hicieron que todo ello volara en mil pedazos justo cuando un C-130 de la Fuerza Aérea con 114 gendarmes a bordo se disponía a despegar. Ejemplos como este sobran, y sirven para poner de relieve el verdadero poder de fuego de Montoneros.
4)      Como se dijo, Montoneros estaba compuesto por jóvenes provenientes de las clases medias y medias altas. Si quisiéramos efectuar una lectura de clase, típica del marxismo, podría concluirse del hecho de Formosa que jóvenes pertenecientes a la burguesía acabaron con la vida de jóvenes que provenían de los estratos más bajos de la sociedad. El soldado Sosa por ejemplo, muerto por los guerrilleros, era obrero metalúrgico. En tanto que su atacante, el montonero Juan Sebastián Hernández, era socio del Jockey Club de Rosario. El soldado Luna, muerto también por los guerrilleros, provenía de una familia sumamente humilde y era analfabeto. En tanto que el montonero Mayol, entregador del cuartel, provenía de una familia que pertenecía al aristocrático Club del Orden.
5)      Hoy se dice que Montoneros fue la expresión de una “juventud idealista” –esa juventud que hoy pretende encarnar, cuarenta años después, La Cámpora– que “soñaba con un mundo mejor”. Pero al Regimiento de Infantería de Monte 29 no entraron con libros sino con fusiles; no fueron a dialogar sino a matar.
Hay una distinción fundamental entre el “idealismo” y el “fundamentalismo”. Y es que para el primero, las ideas se concretan con arreglo al diálogo democrático; para el segundo, en cambio, las ideas se concretan con arreglo al medio que sea más eficaz, independientemente de cualquier consideración ética. Los jóvenes montoneros no eran idealistas, sino fundamentalistas.


La Prensa Popular | Edición 323 | Jueves 9 de Octubre de 2014

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