jueves, 16 de julio de 2015

Los muchachos progresistas ¿todos....? ¿unidos....? ¿triunfaremos...?


Como todos sabemos (por lo menos hasta hace algunos años, ya que la educación actual hace que las nuevas generaciones sean expertas en ignorancia), el comunismo surgió en el siglo XIX, en Europa y Estados Unidos, como respuesta a la brutal desigualdad en el reparto de la riqueza y la consiguiente pauperización de la inmensa mayoría de las poblaciones que con su trabajo producían la riqueza.

El capitalismo generaba riqueza, como nunca en la historia de la humanidad, pero esa riqueza se concentraba en muy pocas manos, mientras que la inmensa mayoría de los que producían esa riqueza con su trabajo sobrevivían en la miseria.
Karl Marx fue quien le proporcionó fundamentación teórica a la reacción comunista contra el capitalismo. Según el pensador alemán, la lucha de clases es el motor que mueve el desarrollo progresivo de la historia humana: amos contra esclavos (Antigüedad), patrones contra siervos (Edad Media), burgueses contra proletarios (Modernidad). En esa lucha, las clases dominantes han sido derrotadas por las dominadas, las que generan un sistema económico-productivo superior al de la etapa anterior (que conforma la infraestructura de la sociedad) y una organización social, política, cultural e ideológica (la superestructura de la sociedad) que apuntala y fortalece ese sistema económico. El conflicto resuelve el enfrentamiento entre las clases, con el predominio de la sometida, que produce a su vez el cambio de matriz económica y su correspondiente configuración social y política.
Más allá de algunos principios discutibles –que la burguesía capitalista moderna constituyó una clase revolucionaria, y que los valores capitalistas del egoísmo, el interés y la libertad de comercio son superiores a los valores medievales de la solidaridad, la dignidad personal y las libertades colectivas instituidas-, el marxismo pretendió reemplazar y sustituir al capitalismo por un modo de vida considerado distinto y superior, y luchó por ello. No había concesiones: fuera el capitalismo, para instaurar el comunismo socialista.
Pero el derrumbe del muro de Berlín en 1989 puso fin al sueño-ideal de la revolución comunista futura. A partir de ese momento, ya no es posible para los partidarios del comunismo derrotar al capitalismo, más cuando éste se transformó en capitalismo especulativo y comenzó a generar riqueza “virtual” al infinito, concentrándola en forma nunca antes vista. La revolución contra el sistema explotador parece imposible, sólo se puede pensar en progresar dentro de sus marcos: ya no se lucha contra el capitalismo, se asocia a éste. Como afirma Etienne Balibar, “la socialdemocracia se ha alineado con la economía neoliberal actual” (Página12, 25-5-2015). Así como los dueños del capitalismo productor se convirtieron en capitalistas especulativos depredadores, los marxistas e izquierdistas de todo tipo pasaron a ser progresistas: ya no combaten a los dueños del poder real, sino que se sientan a su mesa, combatiendo a otros “enemigos” menores; justifican el impuesto progresivo a la renta de los que trabajan y producen, pero eximen a los que especulan y ganan financieramente; critican a la globalización, y en particular a los fondos financieros especulativos, pero se asocian a ellos en empresas productivas estratégicas; critican la especulación financiera, pero justifican siempre la refinanciación de deudas pasadas y el endeudamiento presente (¿esto es más progresista que la política de los ’90?). La “militancia popular” progresista urbaniza villas miserias y asentamientos aunque estén montadas sobre terrenos contaminados (porque eso es progresista), y haciendo gala de su militancia se han quedado en sus barrios de origen –Puerto Madero, Las Cañitas, Recoleta o el Calafate (¿también en Villa Luzuriaga, la Cava de San Isidro, Fuerte Apache, la Villa 11.12.14?).
La lucha es ahora en el plano de la cultura, no en el de la política real: se postulan ideas novedosas por ser novedosas (promovidas por especuladores financieros internacionales como George Soros, la Fundación Ford, etc.) y se repudian las tradiciones nacionales; desde la “nueva política” y desde la prédica moral contra la corrupción se habla de “parir la República” en las oficinas del Consejo de las Américas (Rockefeller); en congresos populares y foros sociales se proclama que “otro mundo es posible”, en encuentros financiados por la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller; se aferran a la sotana papal, al mismo tiempo que promueven o toleran el pos porno en las universidades… Como corresponde a la nueva época del pensamiento “líquido” (pensamiento sin consistencia alguna), las históricas banderas de la liberación nacional son reemplazadas ahora por la “gestión”, y el poder que nacía de la boca del fusil se nutre ahora de los caños cloacales y de las reformas en las plazas municipales. Se proclaman los derechos humanos, pero promovidos por siervos y empleados del Proceso de 1976.
En definitiva, el progresismo en todas sus variantes no es otra cosa que los restos de naufragio del marxismo.

José Arturo Quarracino                           Juan Carlos Vacarezza
Sub-coordinador general                         Coordinador general 

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