sábado, 19 de diciembre de 2015

En la Laudato Si, el papa Francisco recoge y desarrolla la reflexión del Magisterio Social sobre el problema Ecológico.

Mons. Giampaolo Crepaldi
Publicamos el texto de la comunicación del arzobispo Mons. Giampaolo Crepaldi en el encuentro “Kick-off seminar – Key areas for the european social dialogue”, que ha tenido lugar en Malta el 2 y 3 de diciembre de 2015.
El arzobispo es Presidente de la Comisión Caritas in veritate del CCEE (Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa).
El magisterio social de la Iglesia es como un gran río que procede arrastrando con él las propias aguas para tocar siempre nuevos márgenes. Nada se pierde, todo es conservado y renovado al mismo tiempo. El único verdadero modo de conservar es renovar, es decir, vivir. También el magisterio social sobre la cuestión ecológica viene de lejos[1], ha recorrido una gran parte del camino en el alveo de este gran río y ahora que el caudal está lleno y el tesoro del magisterio se ha acumulado, el Papa Francisco resume y relanza, sistematiza y proyecta su mirada hacia adelante. La Laudato sì’, como ha escrito el Papa Francisco, «se añade al Magisterio social de la Iglesia»[2], encuentra su manantial mucho antes y se dispone -este es nuestro deseo- a alimentar el gran mar de la vida social concreta, desembocando en él.
La metáfora del gran río quiere traducir en términos visuales la naturaleza de la Doctrina social de la Iglesia que es siempre igual a sí misma y, al mismo tiempo, siempre nueva.[3]. De hecho, es anuncio de Cristo[4]; y Cristo no es un personaje del pasado, sino que a la luz de la fe de la Iglesia está siempre vivo en medio de nosotros, como la Vid y los sarmientos.
La encíclica Laudato sì del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, es decir, sobre la ecología[5], está alimentada por los grandes principios de la Doctrina Social de la Iglesia, entre los cuales, además del principio del bien común[6], asume en este caso una notable importancia  el principio del destino universal de los bienes. 
Recuerdo que por voluntad de Juan Pablo II la conmemoración centenaria de la Rerum novarum, celebrada en 1991, tuvo como tema precisamente el destino universal de los bienes[7]. Según San Juan Pablo II, este principio necesitaba un nuevo planteamiento y una actualización sobre dos importantes argumentos. El primero era que no son sólo los bienes materiales los que deben tener un destino común, como es el caso de los recursos del subsuelo o la tierra, sino también los bienes intelectuales como son los resultados de la investigación, el know how empresarial y económico, la ciencia, el arte. Hoy se llamarían bienes inmateriales. 
El segundo era que el destino universal de los bienes requería la solidaridad intergeneracional para que cualquier generación pueda dejar a sus propios hijos un planeta que aún pueda ser habitable para el hombre. Habitable no sólo desde una perspectiva ambiental-natural, sino también ambiental-humanista.
Podemos decir que la Laudato sì’ del Papa Francisco retoma, veinticinco años después, estas exigencias y las lleva a cumplimiento[8]. Y podemos decir también que lleva a cumplimiento ambas, en su interdependencia. No se trata, de hecho, de dejar a nuestros hijos y nietos una tierra no humanizada, no cultivada, no gestionada con justicia por el bien de todos. El cuidado de la casa común no significa abandono, dejadez, renuncia al papel del hombre en hacer que rinda para provecho de todos o, peor aún, empobrecimiento. El cuidado de la casa común requiere sabiduría, necesita unir con prudencia ciencia y técnica, economía y producción. Requiere, en otras palabras, que se considere el saber y la naturaleza, los valores humanos y los recursos naturales como cosas para compartir, pues tienen un destino universal. En la Laudato sì’ esta trama de elementos humanos y naturales, espirituales y materiales es muy evidente y exigente. 
Esto se resume en el concepto de “ecología integral”, con la que el Papa Francisco hereda y reelabora el concepto de “ecología humana” de Juan Pablo II[9]. La ecología integral requiere la combinación del saber con las leyes de la naturaleza, pero requiere también una actitud moral y religiosa respecto a la creación. La actitud moral y religiosa consiste ante todo en respetar la vida y la familia. Juan Pablo II había enseñado todo esto hablando de ecología humana, sosteniendo que la familia era la primera estructura de una ecología humana y lo había hecho reclamando también el deber de respetar la vida. La sociedad, escribía en la Evangelium vitae, no es una multitud de individuos puestos uno al lado del otro[10], del mismo modo que el ambiente natural no es sólo un montón de piedras. 
Hay un orden en las cosas, fruto de la sabiduría y del amor del Creador, que nos habla. También el Papa Francisco habla repetidamente en la Laudato sì’ de los excluidos de la vida, de quienes son descartados: los embriones humanos; los niños abortados antes de nacer; los ancianos, empujados a abandonar la vida con la "muerte dulce". Benedicto XVI, en la Caritas in veritate, había sostenido que ninguna actitud de verdadera acogida y cuidado es posible si no está incluida en el respeto de la vida que nace y en la complementariedad del matrimonio del que nace la familia[11]. Ahora el Papa Francisco potencia todo esto sosteniendo que o la ecología es integral y atañe a toda la persona y a todas las personas y no sólo a la salvaguardia de los equilibrios naturales, o no estará ni siquiera en ese ámbito. Integral quiere decir que o está en todas partes o no está en ninguna. El mundo es de hecho un sistema de múltiples interconexiones no sólo horizontales sino, sobre todo, verticales.
La Laudato sì’ no es, en realidad, sólo una encíclica ecológica, sino que es una encíclica cristológica. O mejor: se ocupa de ecología pero dentro de una visión eminentemente cristológica. Como San Francisco[12], también el Papa Francisco ve la creación iluminada por el Verbo y destinada a ser recapitulada en Cristo: «el destino de toda la creación pasa a través del misterio de Cristo»[13]. Esta es precisamente la perspectiva que distingue la visión católica de las tantas que hay presentes hoy en día en el espacio de la cultura social. Me parece muy relevante, en una época en la que por muchos motivos la teología de la creación permanece un poco en la sombra, esta visión propuesta por el Papa Francisco, sobre todo en el segundo capítulo de la encíclica, que reconduce la creación, luz refleja, al Creador, luz originaria y plena. 
Desde hace siglos se intenta separar la naturaleza del Creador, pero como dice el Concilio “sin el Creador la criatura desaparece”[14] . Esto vale también en lo que respecta a la consideración de la Creación[15], transformada a menudo hoy en simple “naturaleza”. El problema ecológico, quiere decirnos el Papa Francisco, dice más de sí mismo. Las crisis de tipo material no son nunca sólo materiales; indican un pérdida del hombre no sólo práctica sino también sapiencial. El Papa Francisco habla de una cuestión sentida por todos hoy y sobre la que el magisterio ya se había pronunciado, pero no en un sentido tan completo y orgánico. Así, de este modo, el Papa se sitúa en el terreno de la sensibilidad del hombre contemporáneo, habla de lo que le importa de verdad, sintoniza con lo que le preocupa realmente para dilatar, después, la visión del problema hasta que se convierte en el problema no del hombre, sino de Cristo y del Evangelio. A nivel de método esta es una dimensión que no hay que subestimar. 
Muchos espíritus laicos han interpretado la Laudato si’ como una encíclica que se sitúa a nivel de los problemas, una encíclica “laica” en el lenguaje y en las temáticas. El Papa Francisco da mucho crédito a algunas interpretaciones científicas y hace suyas algunas preocupaciones hoy compartidas [16], aunque aún se debate sobre las mismas. Pero en el mismo momento en que se sitúa dentro del problema utilizando todas las razones de la razón laica, propone la interpretación cristocéntrica, lo sitúa dentro de una poderosa visión de fe, lo eleva a una perspectiva inaudita para los “profesionales del ecologismo”. Muchos han alabado la Laudato si’ demasiado deprisa, esperando así atraerla a su sistema de pensamiento del que sería una confirmación. Pero están decepcionados, porque la perspectiva de Cristo no se sitúa dentro de ninguna escuela de pensamiento humano.
El aspecto más propio de la Laudato si’ no es, de hecho, proporcionar indicaciones para la práctica cotidiana, sino desarrollar una “espiritualidad ecológica” que no tenga en el centro a la ecología sino a Jesucristo, Aquel por medio del cual todo ha sido creado (Jn 1,3). Es necesario promover esta nueva mirada del alma sobre las cosas creadas que están cerca de nosotros y que usamos cada día. La Laudato si’ se dedica a las grandes cuestiones de la economía, la finanza, la política y en este sentido se ocupa de las instituciones. Algunos le habían reprochado a Benedicto XVI que no lo hubiera hecho de manera conveniente en la Caritas in veritate. Pero se ocupa también de los pequeños gestos cotidianos con los que en el trabajo, en la familia o en el tiempo libre nos relacionamos con el ambiente y, a través de éste, con los hombres y con Dios. El punto es precisamente este: considerar que cuando nos relacionamos con las cosas, nos relacionamos también con los hombres y con el Creador. Nace aquí una espiritualidad ecológica que no tiene nada que ver con las tendencias actuales de la new age, sincretistas o del nuevo consumismo ecológicamente sostenible. La sostenibilidad de la que habla la Laudato  si’  es una sostenibilidad ecológica, humana y cristiana.
La “espiritualidad ecológica”, según la encíclica del Papa Francisco, debería concretarse en una “conversión ecológica”[17]. Esta expresión ha sido leída a menudo como una conversión “a la ecología”. Como si la tierra, el planeta, los equilibrios ambientales fueran el objeto de la conversión. Ciertamente, ante comportamientos de desprecio grave y dañino hacia la naturaleza, se puede hablar de una necesidad de cambiar la perspectiva de acción, es decir, de una conversión, pero entendida en sentido reducido y sin el significado religioso que la palabra asume en contexto cristiano. 
El objeto de la conversión sin embargo no es el agua, que hay que utilizar de manera sabia, ni el aire, que no hay que contaminar, porque de lo contrario la perspectiva se convierte en divinización de la naturaleza. El objeto de la conversión es Dios, que nos exige también un cambio en el modo de ver la creación. 
La conversión consiste en ver la creación “en Dios”, dentro de su plan de salvación y a la luz de su Voluntad providente y, por lo tanto, no en la adhesión a formas de ecologismo. El modelo aquí sigue siendo San Francisco de Asís[18].
La espiritualidad ecológica, tal como la presenta la Laudato si’, es la asunción de la perspectiva del don. En este sentido veo una continuidad significativa entre la Caritas in veritate[19] y la Laudato si’. Se prosigue y desarrolla el principio según el cual recibir precede el hacer. Benedicto XVI había hecho de esta lógica cristiana del don el punto de referencia para una renovación también de las instituciones económicas, indicando recorridos de revisión de nuestros conceptos tradicionales en lo que respecta a la empresa, el emprendedor y la ganancia. La espiritualidad de la Laudato si’, considerada así, no puede seguir siendo sólo espiritualidad íntima y personal, sino que se dilata hasta atribuir las propias categorías a la construcción de toda la sociedad. Así sucede que la oración final con la que el Papa Francisco concluye la encíclica se convierte en manantial de esperanza verdadera y concreta, de una esperanza activa y “organizada” para el bien de los hombres.



[1] Tra i principali insegnamenti del magistero precedenti la Laudato sì, ricordiamo almeno i seguenti: Giovanni Paolo II, Lett. Enc. Centesimus annus, nn. 37-40; Giovanni Paolo II, Messaggio per la Giornata mondiale della pace, 1 gennaio 1990: “Pace con Dio creatore, pace con tutto il creato”; Pontificio Consiglio per la giustizia e la pace, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, nn. 451-487; Benedetto XVI, Lett. Enc. Caritas in veritate, nn. 48-51.
[2] Laudato si’, n. 15. Sull’enciclica Laudato si’ di Papa Francesco, si può vedere: EDITORIALE, Lettre encyclique Laudato Si’ sur la sauvegarde de la maison commune, “Nova & Vetera”, XC (2015) 3, pp. 245-250; FARES, Diego S.I., Povertà e fragilità del pianeta, “La Civiltà Cattolica”, n. 3961, 11 luglio 2015, pp. 23-34; LARIVERA, Luciano S.I., L’enciclica oltre le critiche ideologiche, “La Civiltà Cattolica”, n. 3961, 11 luglio 2015, pp. 23-34.; SPADARO, Antonio S.I., “Laudato si’”. Guida alla lettura dell’enciclica di Papa Francesco, “La Civiltà Cattolica”, n. 3961, 11 luglio 2015, pp. 3-22.
[3] Giovanni Paolo II, Lett. Enc. Sollicitudo rei socialis, n. 3
[4] Ivi, n. 41; Id., Lett. Enc. Centesimus annus, n. 5.
[5] Sulla questione ecologica nella Dottrina sociale della Chiesa si vedano: SEQUERI, Pierangelo, Custode, non tiranno. Per un nuovo rapporto fra persona e creato, EMI, Bologna 2014; DE LARMINAT, Stanislav, L'écologie chrétienne n'est pas ce que vous croyez, Préface de Mgr. André-Joseph Léonard, Salvator, Paris 2014; DE LARMINAT, Stanislas, Vers l'écologie humaine?, “Liberté politique”, n. 59, mars-avril 2013, pp. 11-28; CREPALDI Giampaolo – TOGNI, Paolo, Ecologia ambientale ed ecologia umana. Politiche dell’ambiente e Dottrina sociale della Chiesa, Cantagalli, Siena 2007.
[6] Laudato si’, nn. 156-158.
[7] Cf BELLAVITE, Enrico e FONTANA, Stefano (a cura di), La destinazione universale dei beni. Atti del Simposio internazionale nel centenario della Rerum Novarum del Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace, Edizioni Cercate, Verona 1992.
[8] Papa Francesco si rifà esplicitamente al principio della destinazione universale dei beni nel paragrafo VI del secondo capitolo, nn. 93-95.
[9] Giovanni Paolo II, Lett. Enc. Centesimus annus, 38.
[10] Giovanni Paolo II, Lett. Encicl. Evangelium vitae, n. 20.
[11] Benedetto XVI, Lett. Enc. Caritas in veritate, n. 28.
[12] Laudato si’, nn. 10, 11, 12.
[13] Laudato si’, n. 99.
[14] Concilio Vaticano II, Cost. Past. Gaudium et spes, n.
[15] MALNATI, Ettore, La creazione ex nihilo e la questione ecologica nel Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, “Bollettino di Dottrina sociale della Chiesa” X (2014) 4, pp. 107-112.
[16] Si veda soprattutto il capitolo I dell’enciclica.
[17] Laudato si’, nn. 216-218. L’espressione era già stata usata da Giovanni Paolo II nel Messaggio per la Giornata mondiale della pace del 1 gennaio 1990.
[18] Laudato sì’, n. 218.

[19] Cf CREPALDI, Giampaolo, Introduzione alla lettura dell’enciclica Caritas in veritate, in Benedetto XVI, Caritas in veritate, Cantagalli, Siena 2009, pp. 9-42.




Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuan, 18-12-15

Ética Social (Formación para la Acción)

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