martes, 31 de mayo de 2016

Leído para Ud.: “El precio a pagar” de Joseph Fadelle



Por la Prof. Andrea Greco


La obra El precio a pagar; Mi prisión y mi huida de Irak después de mi conversión al Cristianismo de Joseph Fadelle, Rialp, Madrid 2014, es un libro de esos que mueven el corazón y el pensamiento.


La narración nos lleva a acompañar al musulmán Mohamed, hijo de Fadel-Alí al-Musavi de noble ascendencia, desde su distendida vida de joven musulmán rico y con un futuro promisorio, en Bagdad a principios de 1987 hasta París en agosto de 2001. Todo ese tiempo es el que trascurre entre el primer contacto que tiene con el cristianismo, el abandono de la creencia en el Islam para abrazar la fe cristiana, la búsqueda de la posibilidad de ingresar en la Iglesia Católica, la venganza islámica, el rechazo cristiano, la persecución y la huida. Verdaderamente una odisea que a cualquier cristiano, nacido en un país cristiano, debiera llevar a pensar qué fácil se nos hace a nosotros poder mantener nuestra fe y cuán sencillamente, sin verdaderos motivos, a veces nos desalentamos.
El relato comienza en Amman el 22 de diciembre de 2000 cuando un tío de Mohamed y varios de sus hermanos lo secuestran e intentan darle muerte por haberse hecho cristiano. A partir de ese hecho la narración nos retrotrae en el tiempo hasta 1987, en el campamento militar de Basora, al sur de Irak. Allí se presenta Mohamed para cumplir un servicio militar durante la guerra, aunque lo hace con la intención de utilizar sus influencias familiares para ser eximido de este servicio. Sin embargo, conoce allí a Massud, un campesino cristiano. Este encuentro cambiará para siempre la vida de Mohamed. Descubrirá que las ideas que tiene acerca de los cristianos son prejuiciosas y erradas, descubrirá las insolvencias, irracionalidades y contradicciones del islam, y descubrirá la fe cristiana lo que hará en él crecer el anhelo de ser bautizado y recibir el “Pan de Vida”.
Lo primero que le costará creer a Mohamed es que no puede confiar esto a su familia pues sería altamente peligroso. Accederá a guardar el secreto sólo porque Massud se lo ha pedido. Pero lamenta profundamente este “tener que mentir y ocultar sus sentimientos más profundos”. De regreso en Bagdad esta doble vida se le hará cada vez más dura al tener mayor trato con su familia. Empieza entonces a frecuentar los barrios cristianos y las Iglesias católicas para solicitar el bautismo. Pero, para su  decepción, sólo encuentra el rechazo: “la mayor parte de las veces me encuentro las puertas cerradas, o para ser exactos, me ponen de patitas en la calle”. En uno de los tantos intentos, relata:
“Hasta que un buen día… dejo estallar mi cólera en la cara de un pobre sacerdote que, como todos los anteriores, me acababa de despachar sin contemplaciones. –¡En el nombre de Cristo, no se atreva usted a echarme!”. A lo que el sacerdote le responde: “–Tenemos órdenes… de negar la entrada a nuestras iglesias a los musulmanes”.
Transcurrirá así mucho tiempo y reiterados intentos. En medio de este conflicto interno de Mohamed para lograr el bautismo cristiano, su padre resuelve en 1992 casarlo con una joven musulmana de buena familia, Anuar. Ya casado continúa su búsqueda para que lo acepten en alguna Iglesia. Logra que se le conceda una largamente anhelada entrevista con el auxiliar del patriarca, monseñor Ignace Chouhha. Al explicarle la situación y solicitar el bautismo:
“el prelado rojo de ira,… se precipita sobre mí aullando: –¡Largo de aquí!
Y me empuja sin miramientos hacia la salida… Lo más duro de aceptar es que una reacción así provenga del clero, de una de sus máximas autoridades, cuando mi deseo más ferviente es formar parte de esa misma comunidad de fieles que es la Iglesia”.
Finalmente logra, al fin, ser recibido en una comunidad. A partir de entonces asistirá a la Santa Misa dominical. Su esposa empezará a dudar de su fidelidad por las inexplicables ausencias y así es que Mohamed se verá obligado a confesarle la verdadera razón de sus salidas. La primera reacción de su esposa es abandonarlo llevándose a su pequeño hijo. Pero luego regresa, mantiene el secreto y lentamente, ella misma empieza a caminar también hacia la conversión. Se acercarán ahora ambos a un convento donde solicitarán el bautismo. Pero les será impuesto un tiempo de preparación.
Ya estamos en 1997, ¡han trascurrido 10 años desde la conversión de Mohamed! Hasta que, una tarde, al regresar de las conversaciones con el Padre Gabriel del convento, se encuentran con que los hermanos de Mohamed habían requisado la casa, encontrado la Biblia y el pequeño Azhar había hecho ante ellos la señal de la cruz. Al día siguiente, Mohamed es conducido a casa de su padre donde intentan matarlo hasta que finalmente deciden entregarlo a una prisión en Bagdad.
Allí será torturado de las peores formas procurando que diga los nombres de los cristianos que ha frecuentado. Sometido a vivir con otros dieciséis presos en una pequeña celda, luego de 16 meses de cautiverio, es liberado. Era una sombra de apenas 50 kilos de aquel hombrón de 120 que había entrado en la prisión.
Logra reencontrarse con su esposa y sus dos hijos pero ahora se verán sometidos al asedio y vigilancia permanente de los hermanos de Mohamed. Luego de mil peripecias y con la ayuda de algunos buenos cristianos, en abril del 2000 lograrán burlar la vigilancia para huir Mohamed y Anuar con sus dos hijos hacia Jordania. Allí conocerán a una religiosa que también les dará gran ayuda y que luego de nuevas dificultades los ubicará en la comunidad cristiana de Fouhies. Al fin, allí en Jordania en julio de 2000 lograrán que Monseñor Rabah los autorice a recibir el bautismo cristiano. Mahoamed recibirá el nombre de José, Anuar el de María y los pequeños Azhar el de Pablo y Miamy el de Teresa. Y por primera vez el anhelado “Pan de Vida”.
Pero nuevamente la aparición de una hermana de José hará que sea necesario empezar a pensar en salir de ese país buscando algún destino en Occidente. La Comisión de las Naciones Unidas para los Refugiados les niega el pasaporte. En ese momento se produce la nueva irrupción de los familiares de Juan contada al inicio del libro, de quienes consigue escapar pero a punto de perder la vida, baleado por ellos, es socorrido por alguien que lo deja en el hospital. Milagrosamente curado, nuevamente deben huir hacia Kerak y más tarde a una ciudad al norte de Jordania llamada Zarka. Allí José llega a la conclusión:
“Ya me he convencido de que tenemos que exiliarnos de nuevo. A los cristianos conversos como nosotros no nos será posible vivir ni aquí ni en Irak mientras los gobiernos de ambos países reconozcan la ley islámica, la charia, como única fuente de derecho, y mientras no autoricen la libertad fundamental de poder cambiar de religión y abandonar el islam”.
Ahora sí, después del ataque de su familia, el Alto Comisariado para los Refugiados los autorizará a salir, aunque sin evitar nuevos contratiempos. Pero finalmente el 15 de agosto de 2001 después de la Misa oficiada por Monseñor Rabah dejan Oriente para siempre. Allí quedará parte de su historia, su lengua y sus raíces. Un sacrificio necesario para poder vivir la fe que han abrazado.
En Francia los esperaba Thierry, un contacto proporcionado por los amigos de Jordania, que del aeropuerto los llevará a la Misa y Procesión de Notre Dame. José escribe:
“Es sobre todo el silencio que sigue a los salmos lo que más me impresiona: un silencio tangible que me parece lleno de la presencia divina. Al salir de la Iglesia le digo a Thierry:
– ¡Qué cantos tan maravillosos! Es como si el francés fuera el idioma de Dios.
– No era francés, sino latín –responde Thierry con una sonrisa.
Pero no importa cuál sea el nombre del idioma: no entiendo ninguno de los dos. Para mí es el idioma de la Iglesia latina, la occidental, en la que –es curioso– descubro algo de esa fe mía que nació en Oriente”.
Podría pensarse que así termina la historia de Mohamed-Joseph y su familia… Sin embargo no es así, aún le falta ganar una batalla: la de poder perdonar a su familia que tanto le ha hecho sufrir. Para Joseph hoy, seguir a Cristo implica aprender a perdonar y este será el paso más costoso pues se trata de pelear consigo mismo.
Un libro que sin dudas vale la pena leer y atesorar en el alma. Cuando sobrevengan los obstáculos, cuando sobrevenga el rechazo, cuando se nos impida hablar libremente, cuando se nos margina por pensar y vivir como cristianos, el ejemplo de Joseph y su familia ha de servirnos de modelo de firmeza, de entereza, de convicción y de osada resistencia. Ejemplo de jugarse todo por la fe y de vencerse a sí mismo para seguir el ejemplo de Cristo. Por muchas que puedan parecer nuestras dificultades, sin duda, se esfuman ante la experiencia de este hombre que supo poner a Cristo por centro de su vida a pesar de todo y contra todo.


MAY 31/2016

Publicado por quenotelacuenten


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