jueves, 8 de septiembre de 2016

¡Otra vez sopa, no!




Así no nos vamos a entender. Estamos a punto de volver a caer en uno de esos errores que no conducen a nada positivo y hacerlo, cuando aún la gente mantiene expectativas y esperanzas favorables al oficialismo, sería un desatino.

Lo cierto es que nuevamente se empieza a ensanchar la brecha entre ciudadanos y dirigentes, entre las demandas de los primeros y los temas de la agenda política que desvelan al resto.
Es verdad que dentro del gabinete hay quienes hablan y refieren a los problemas de la gente, pero se soslaya cierta prioridad a la campaña capaz de tirar por la borda un apoyo nada despreciable considerando el escenario devastado del que se han hecho cargo. El gobierno de Macri tendría que evitar caer en ese juego. 
Que Sergio Massa o Margarita Stolbizer le entren de lleno al proselitismo, movilizados por las ambiciones personales o de partidos desvencijados es quizás razonable, que el macrismo lo haga no lo sería en lo más mínimo. Está a tiempo. Stolbizer debería pensar que el “dime con quién andas” aún pesa en esta sociedad.
El peronismo es quien está perdido en la noche de los tiempos, Cambiemos debería mostrarse como la contrapartida: la fuerza erguida capaz de administrar y convertir esa administración en razón convincente para que el electorado lo elija. 
El kirchnerismo vivió doce años en campaña proselitista, fue puro discurso, relato hasta el hartazgo. El hartazgo subsiste hoy y ese dato no debe olvidarlo el macrismo. Es un gobierno de gestión, ahí radica o debiera radicar su fortaleza mayor. 
Que la demagogia sea el monopolio de Sergio Massa no hay mayor problema. El aspirante a heredero de Perón anda hace tiempo en ese trance con suerte desigual: bastante periodismo a su favor pero la sombra de Elisa Carrió desvelándolo. 
La duda que no se despeja: ¿pudo salir tan pulcro de un gobierno signado por la desidia y la corrupción? Algunos creen que se puede andar por el barro con zapatos blancos, habrá que ver si es así o si los zapatos no están sucios y disimulados. 
El hombre que días antes de la última elección llamaba por teléfono para decir que era él quien entraba al balotaje con el candidato del kirchnerismo en una maniobra bastante sucia, quien fuera además titular de ANSES y jefe de gabinete de Ministros, es un enigma para cualquier analista: es el único ex funcionario de Néstor y Cristina que no vio, no sabe, no contesta sobre corrupción. Una rareza. También es verdad que nadie lo increpa. ¿La causa? No parece haber voluntad de buscarla.
Massa es como si hubiese logrado dejar atrás el pasado, algo poco común en este teatro. Se verá en lo sucesivo la suerte que corre quién creyó que vestiría la banda y el cetro, y quedó a medio camino por vender una renovación viciada de reciclados. 
Hasta ahora capitalizó triunfos parlamentarios que, en rigor, no le eran 100% propios, utiliza el chicaneo con pericia aduciendo que no tiene compañías “off shore”…, poco argumento y nulo como propuesta para un pueblo que necesita otras respuestas.
La sociedad argentina debería exigir algo más que palabras oportunistas y encuestas que han demostrado responder a intereses sectarios. Hablan como clarividentes ahora, quienes el año pasado fallaron garrafalmente resultados. 
Macri, mientras tanto, vuelve al país con promesas de inversiones que, es verdad, requieren una seguridad jurídica aún pendiente para plasmarse en obras, y ofrece una Argentina reinsertada en el mundo: un logro que debería tener mucho más peso que el otorgado por la mayoría de los medios.
En organismos públicos se trabaja a destajo, sacando pus de todos lados, sin mucha bandera quizás, puertas para adentro pero forjando instituciones que sirvan para mucho más que cuatro años. Hay visión de largo plazo que no vende porque se nos ha inoculado el cortoplacismo con creces. 
La tarea del oficialismo es de Sísifo. En rigor, hay mucho más que el gobierno hace por el bienestar general pero no es probablemente la oratoria de campaña que se utilizará. Estamos acostumbrados a que nos endulcen los oídos y nos prometan todo lo que incluso no han hecho cuando pudieron. 
Tal vez el cambio ahora deba mostrarlo el pueblo más que el gobierno, pidiendo respeto y no comprando artilugios electorales baratos porque luego salen caros. Ya se le mintió demasiado, pero la verdad no cotiza aún lo suficientemente alto, una pena. 
Sigue siendo hora de actos, los tiempos los debe marcar la calle y no los partidos desesperados porque se quedaron sin plataforma. Que el peronismo resuelva su identidad en un plenario interno en lugar de involucrar a todos en su juego. 
Que él oficialismo haga y en el hacer gane adherentes para seguir creciendo. Y en definitiva, que la sociedad argentina madure y no caiga en la trampa de los que dicen que no se hace nada cuando apenas pasaron 9 meses, y la construcción requiere primero cavar hondo para arrancar las raíces de un sistema que pudrió todo el tronco. 
Al kirchnerismo se le dieron 12 años, esta administración con menos de un 1% nos evitó que cualquier selección de fútbol, por ejemplo, deba venir a jugar al país con jabón y papel higiénico, no parece ser un detalle pequeño. 
Qué la campaña la empiecen los de siempre, que se esfuercen por mostrar como distinto más de lo que ya hicieron o deshicieron. En última instancia, el problema no es el mensaje de ellos sino la decodificación que hagamos nosotros del mismo. 
Dejamos atrás Venezuela, pero aún hay quienes quieren llevarnos a ella.


PP.info (Perspectivas Políticas) /  6 septiembre, 2016 

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