viernes, 10 de marzo de 2017

Día de la mujer en la Argentina: paro, marcha, violencia, vandalismo y profanaciones sacrílegas


por Andrea Greco de Álvarez
El 8 de marzo se repitió en todos los medios de comunicación, escuelas, y otros organismos de la Argentina hasta el hartazgo el tema del día internacional de la mujer.
Celebración que nada tiene que ver con la cultura e historia de este país. El origen de la celebración se remonta a 1910, cuando en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague (Dinamarca) junto con la demanda de sufragio universal para todas las mujeres, a propuesta de Clara Zetkin, se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
En la Argentina la convocatoria fue grande, ayudada por los Medios de Comunicación, promovida desde el feminismo y la ideología de género, exaltada  por el “colectivo” LGBT. Se convocó a adherir a un Paro Internacional de mujeres y hubo marchas y movilizaciones en muchas ciudades. Esas marchas decían ser en contra de la violencia contra las mujeres pero uno de los “derechos” que se reclamaba es el de hacer violencia contra otras mujeres u hombres que aún no han nacido, o sea el aborto. Se marchó contra la “violencia” pero se acabó en actos violentísimos contra otras personas, contra las creencias de otros, contra los bienes, contra las Iglesias, contra los símbolos cristianos. Está claro que el objetivo final era éste justamente, porque lo que mueve no son los supuestos derechos sino el odium fidei. Hubo pintadas en Iglesias y Catedrales, violentísimos choques entre las “mujeres” y la policía en Buenos Aires, incendio del vallado que protegía la Catedral de la ciudad capital, agresiones físicas contra un muchacho allí apostado con una bandera papal y, lo peor de todo, un sacrílego acto de profanación de la imagen de la Santísima Virgen María por medio de una representación realizada en la puerta de la catedral de Tucumán. Todo lo cual luego ha sido ampliamente difundido y defendido por sus autoras en redes sociales y diversos medios. Para ejemplo basta un botón. Este es el texto con que acompañaron las diabólicas fotos del aquelarre tucumano:
http://www.lagaceta.com.ar/nota/721340/actualidad/iglesia-repudio-se-haya-parodiado-virgen-marcha-mujeres.html
Es claro que el trasfondo de todo esto es la demoníaca ideología de género. Aunque surgida del movimiento feminista, sin embargo la ideología de género es algo distinto. Como toda ideología parte de un reduccionismo intelectual asociado a una fe ciega en sus diagnósticos (una gran soberbia intelectual: se cree en capacidad de conocer toda la realidad y dar respuesta a todos los problemas) y lleva consigo una agenda política de transformación de la sociedad. Empezó a hablarse de género a finales de los años sesenta, en el ambiente intelectual que marcó el Mayo del 68 francés. En un contexto de revuelta, de duda de todo, de exaltación de la sexualidad y de anarquismo que pretendía crear nuevas estructuras sociales. Varias feministas influidas por Simone de Beauvoir (“la mujer producto cultural”, algunas de estas son: Sulamith Firestone, Alison Jagger o Germaine Greer, Judith Butler) se rebelaron contra el feminismo anterior considerando erróneo tener como objetivo la igualación en derechos entre el varón y la mujer. Estas feministas, ya no hablan de sexo sino de género, y consideran que la liberación de la mujer requiere de la desaparición de la distinción entre hombre y mujer.
Esa agenda de género para transformar la sociedad rebelándose contra el Creador tiene sus objetivos bien pautados y va imponiéndose en cada país. Aun dentro de la propia Iglesia es posible ver los avances de esta agenda.
Esta agenda, donde sea que se lleve a la práctica, no puede producir otra cosa que la pérdida de la fe y hasta la destrucción de la humanidad. Al decir del P. Alfredo Sáenz quien cita a Berdiaeff: “paso a paso el hombre ha ido transitando del estado orgánico al estado mecánico, es decir se ha ido des-ligando, des-vinculando, abandonando sus ligazones, para hacer, como el hijo pródigo, la experiencia de la libertad. El resultado: apacentar puercos. Porque la buscada “libertad” no era sino un espejismo. Cuando el hombre decidió romper sus lazos naturales y sobrenaturales, no conquistó la libertad sino que se volvió servil, esclavo. Cuando el hombre cae de Dios, decía S. Agustín, cae también de sí mismo.
El conjunto de estos hombres “emancipados” constituyen el mundo moderno. Lo que el Magisterio Eclesiástico ha dado en llamar “mundo moderno”, más que una designación cronológica, es una cualificación axiológica para designar a un mundo independiente de Dios y de la verdad”[1].
Las consecuencias están a la vista. Como también es evidente el cumplimiento, como nos recordaba Juan Manuel de Prada de la profecía de Chesterton: «No tardará en proclamarse una nueva religión que, a la vez que exalte la lujuria, prohíba la fecundidad». Esta nueva religión avizorada por Chesterton (aunque ya proclamada previamente por Sade, con su «trinidad exultante de anticoncepción, sodomía y aborto»)[2].
Que Dios nos ampare. ¡Ven Señor Jesús!
«Ven, Señor, a vengar la gloria de Ti mismo.
Ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo.
Ven a traer amor y paz sobre el abismo»[3].

[1] Misión del intelectual católico hoy, Conferencia dictada en la Universidad Católica de La Plata.
[2] Juan Manuel de Prada, “Derechos sociales”, en:  ABC, 29/04/2014.
[3] Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, 1905.

Adelante la Fe (10/03/17)

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