miércoles, 23 de agosto de 2017

España se refugia en la Iglesia a la que quiere humillar.

por Andrea Zambrano*
Es una España sin historia e identidad la que se nos muestra hoy en su cita con los terroristas yihadistas. Una España decadente en lo que se refiere a sus raíces fundantes, que expresa su desconcierto por verse convertida en el objetivo del terrorismo islámico.
El tono de lamento y amargura con el que concluyen las crónicas de estos días nos habla de una tierra cansada que despierta del estupor mirando a la cara de un enemigo. Un estupor en el que se ha ido desplomando en los últimos años, abrazando todas las ideologías del relativismo que de alguna manera han debilitado su temple. En España se mofan y vilipendian su propia tradición cristiana. Sin embargo, ella es depositaria de una gloriosa y poderosa tradición de santos que han contribuido a forjar la cultura occidental. Todo esto ha sido abandonado bajo el yugo de la furia ideológica que, en los últimos años, ha contribuido a debilitar la institución familiar, la cultura de la vida, la fe de un pueblo.

Sin embargo, en España, se quiere erradicar esta religión. En estos meses hemos dado tantas noticias de España, detallando cómo el catolicismo se ha convertido lentamente en un problema de libertad religiosa. Hemos dado noticias sobre iglesias y efigies sagradas objeto de sacrilegios por parte de la ideología LGBT sin que las autoridades estuvieran dispuestas a intervenir; y noticias sobre cómo a los obispos y sacerdotes les han tapado la boca con denuncias e intimidaciones. Y así, mientras las Ramblas de Barcelona eran embestidas por el terror, en Bilbao se hacía pública una exposición blasfema (1) en la escena en la que el crucifijo se presentaba seccionado sin vergüenza alguna como un cuarto de carne de vacuno en la carnicería.

Todo esto ha hecho de España una tierra expuesta a todos los vientos. Es lógico que los yihadistas, habiendo decidido golpear, hayan encontrado allí, en cierto sentido, suelo fértil. Porque dondequiera que las raíces son abandonadas, es más probable y fácil que el enemigo te golpee para matarte.

Es lógico que los yihadistas quisieran atacar la Sagrada Familia. Es un templo maravilloso, lleno de símbolos divinos, los mismos contra los que el español está luchando. Porque el Islam en última instancia quiere golpear a Cristo, pero Éste ha sido ya golpeado en los últimos años por el secularismo moderno, que ha acercado a España a aquélla de hace 80 años cuando la ideología marxista quemó las iglesias y ejecutaba a sus sacerdotes. Hoy en España, varios partidos, como Podemos o los socialistas están incluso tratando de expropiar iglesias haciéndolas pasar bajo control estatal. E incluso la Sagrada Familia ha sido recientemente el centro de la controversia. El Ayuntamiento de Barcelona no quiere completar el acceso a esta iglesia, auténtica obra maestra. Por supuesto, hay problemas de planificación urbanística difíciles. Pero el desinterés hacia el templo ya había sido certificado.
              
Sin embargo, ayer por la mañana la Sagrada Familia volvió a dar la bienvenida a los hombres perdidos y abandonados. Y lo hizo durante la misa de sufragio por  las víctimas de las Ramblas en presencia de los reyes de España. Las imágenes de la Misa no deben ser subestimadas y dan cierta esperanza. Porque el hombre, cuando tiene miedo, tiende a refugiarse en su padre. Y así sucedió  ayer, porque la paz de la que habló el obispo de Barcelona, ​​la unidad y la concordia por la que abogaba, sólo Cristo puede garantizar, ya que proviene de Él.
                                               

Convendría que todos los políticos españoles en estos días volvieran a leer la homilía pronunciada en 2010 por Benedicto XVI durante la consagración de la Sagrada Familia (2). Es profundamente profética. El Papa Ratzinger citó el genio de Gaudí, del cual procede el proyecto de la Iglesia: “Una iglesia es la única cosa digna de representar el alma de un pueblo, porque la religión es la realidad más elevada del hombre”.

Esto es lo que debe mantener a los hombres juntos. Y continuó: “La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamado a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en pleno servicio a su mandato. El solo, Cristo, fundó la única Iglesia; Él es la roca sobre la cual se funda nuestra fe. Sobre la base de esta fe, esforcémonos juntos para mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor, y el único que puede responder a nuestro anhelo de plenitud. Ésta es la gran tarea: mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad, no de constricción, de concordia, no de discordia. En este sentido, creo que la dedicación de esta Iglesia de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende construir su vida de espaldas a Dios, como si no tuviera nada que decirle, es un acontecimiento de gran significado”.

He aquí una primera respuesta a la furia jihadista. No proclamas blanditas sino una vuelta a la iglesia como se hizo ayer por la mañana. Esa Iglesia que España intenta tan tenazmente humillar y reducir al silencio, vaciada del señorío de Cristo.
 
*para La Nuova Bussola Quotidiana
Traducido por Antonio José Sánchez Sáez, para comovaradealmendro.es

NOTAS DEL TRADUCTOR

(1). http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=30219

(2). http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20101107_barcelona.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario